Andrés González-Blanco
Nota introductoria de Antonio Sáez Delgado
Universidad de Evora
Reproducimos a continuación el artículo que el encendido lusófilo Andrés González-Blanco dedicó a Pascoaes y al Saudosismo en la revista Estudio de Barcelona en 1917. En él establece un diálogo, basado en su contemporaneidad cronológica, entre el Futurismo de Marinetti y el Saudosismo, del que presenta sus fundamentos étnicos, históricos y filológicos, así como su influencia en la literatura y la política y sus vínculos con España, en un amplio texto potr el que circulan los nombres de Francisco Villaespesa –tan próximo al espíritu lusitano en libros como Viaje sentimental (1909), Saudades (1910) o en los poemas inéditos hasta su muerte La Quinta de las Lágrimas- o del propio Fernando Pessoa.
Sin embargo, lo más interesante de este texto (además de poner lúcidamente en confrontación y diálogo dos conceptos tan distantes a priori como Futurismo y Saudosismo) es la crítica abierta que realiza González-Blanco del cierto carácter integrista que cobra a sus ojos el Saudosismo de Pascoaes, a quien se atreve a calificar como “un pensador, a ratos genial, a ratos trivial” cuando se refiere a la exclusividad portuguesa del término y del concepto de saudade. En esta línea de pensamiento, y tomando como base el argumento étnico de Pascoaes que fragua el Saudosismo en el cruce de las sangres aria y semita en el origen de la raza lusitana, González-Blanco reclama también ese mismo componente para todos los pueblos ibéricos, reivindicando al autor de Os poetas lusiadas un sentimiento de saudade común al espacio ibérico.
De hecho, el autor no traduce nunca la palabra “saudade” en sus versiones de poesía portuguesa, exactamente igual que hace Fernando Maristany. Creo firmemente que la tentativa que esboza en estas páginas González.-Blanco de aproximación al concepto de saudade como tronco común de los pueblos ibéricos se fundamenta, además de en la poesía de Maristany, en la de otros numerosos poetas del Novecientos español, en cuyos versos (pienso en los Poemas de provincia de González-Blanco, en Juan Sierra, en Pimentel, en algunos libros de Enrique Díez-Canedo o de José del Río Sáinz (rezuma esa sombra de la saudade a la que se unieron, utilizando expresivamente esa misma palabra, el Rubén Darío de Impresiones y sensaciones, el González-Blanco narrador, Villaespesa en sus poemas y el propio Ramón Gómez de la Serna en sus conocidas novelas portuguesas, entre otros.
Anecdóticamente, hay que destacar que esta es la primera vez, al menos que sepamos hasta el momento, que aparece nombrado el nombre de Fernando Pessoa en un medio español, concretamente en un texto crítico de una revista literaria de Barcelona –si no tenemos en cuenta los textos publicados en Galicia, especialmente como consecuencia de la recepción de la revista Orpheu, aún en 1915. La alusión de González-Blanco a Pessoa como crítico literario del saudosismo se basa en los artículos que publicó en 1912 en A Águia.
Referencia:
Andrés González-Blanco: “Teixeira de Pascoaes y el Saudosismo”. Estudio, nr. 57, Barcelona, 1917, 391-414)
Saudosismo y futurismo
Casi sumultáneamente con la aparición de los manifiestos futuristas, cuando hervía en las calles de Venecia, de Trieste y de Turín la protesta sucitada por las exageraciones de Marinetti, y de sus epígonos Paolo Buzzi, Enrico Cavaccioli, y Gian Pietro Lucini, germinaba en Portugal un movimiento de idéntica naturaleza, aunque de orientación absolutamente divergente: el saudosismo, que los mismos futuristas designarían con el híbrido, feo y galicista título de paseismo.
Le paseisme llama, en efecto, Marinetti en su libro-programa El futurismo (publicado en edición francesa en París, en el año 1911) al culto del pasado, al estéril y platónico tributo rendido a las generaciones pretéritas. Aquí, en castellano un poco más puro, aunque algo más pedantesco, podríamos llamarlo el preteritismo. Marinetti lo ha anatemizado en palabras elocuentes, pero injustas, viendo en él la decadencia de un pueblo y el estancamiento de una literatura. La admiración al pasado puede tolerarse (sostiniene pontificalmente Marinetti) en los moribundos, los inválidos y los presos. “Para ellos la admiración al pasado es un bálsamo a sus heridas desde el momento en que les está vedado el porvenir. Pero ¡no para nosotros, los jóvenes, los fuertes y los vivaces futuristas!” .
Como antídoto a este veneno del paseismo (sígase empleando el hórrido barbarismo para darle mayor eficacia) Marinetti ha recomendado a sus amigos los pintores y poetas futuristas la destrucción de bibliotecas y museos y toda suerte de reliquias del tiempo pasado. “!Adelante los buenos incendiarios de dedos carbonizados! ¡Aquí, aquí! ¡Quemad con el fuego de vuestros rayos las bibliotecas!… ¡Desviad el curso de los canales para inundar los sótanos de los museos! ¡Que naden aquí y allá los lienzos gloriosos!… ¡Mano a las piquetas y a los martillos! ¡Socavad los cimientos de las ciudades venerables!…”
Claro es que esto viene a ser el trompetazo heroico, la carga impetuosa de caballería para enardecer a los neófitos, ya que en otros momentos, bajo un signo zodiacal más apacible, el nuevo Omar de Milán ha depuesto algo sus ardores; y así, por boca de su abogado defensor Cesare Sarfatti, que le sacó a flote cuando hubo de habérselas con la justicia por la publicación de Mafarka el futurista, atenúa y palía un poco las ardorosas declaraciones del Primer Manifiesto futurista. Cuando trata de explicar el desdén al pasado, el abogado Sarfatti, que en el curso de su escrito de defensa se ha declarado paladinamente futurista (io lo sono per intero), se expresa de esta suerte: “No queremos los futuristas destruir las iglesias, los museos, las obras de arte; queremos destruir aquel culto del pasado que constituye un obstáculo en la vida artística, científica, literaria, política, italiana; queremos destruir esa especie de lacra senil por la cual en todos los concursos es preferido el más anciano, en paridad de méritos, mientras un país joven debería preferir al más joven. Queremos destruir una tendencia por la cual un pedazo de leño, solamente porque es antiguo, es digno de veneración. Queremos destruir, no los museos, sino tantas cosas feas, tantos desechos como los museos contienen. Delante del León X de Rafael o el Juicio Final de Miguel Angel o una Madonna del Beato Angelico, no cogeremos la tea para incendiar, la piqueta para destruir… No; futuristas, pasadistas, presentistas, estamos todos reunidos en la adoración de lo bello…” (Véase F. T. Marinetti: Distruzione.- Poema futurista col processo e l´assoluzione di “Mafarka il futurista ; pág. 96.- Edizione futurista di “Poesia”. Milán, 1911.)
Martinetti, no obstante, vulve a reaccionar y en unas Conclusiones futuristas a los españoles con que nos regaló y que publicó aquí la revista Prometeo, vuelve a anatemizar “el tradicionalismo, es decir, el culto metódico y estúpido del pasado, el inmundo comercio de las nostalgias históricas, que hace de Venecia, de Florencia y de Roma las tres últimas llagas de nuestra Italia convaleciente” (El futurismo; edición española, págs. 175 y 176).
¿Qué semejanza puede haber, pues, entre el futurismo proclamado por Marinetti en Italia y el saudosismo que predica, como nueva cruzada lusitana, Teixeira de Pascoaes en Portugal, desde el año 1912? Semejanza de fondo, de orientación, de tendencia, ninguna; antes bien antagonismo irreductible. El mismo Teixeira de Pascoaes habla del futurismo con sobrado desdén en uno de sus más jugosos folletos polémicos: “En Italia nótase también un movimiento literario, aunque orientado por un restringido ideal de progreso, en el frío y metálico sentido de la palabra. Refiérome al futurismo. Cantos del motor. Aeroplanos. Versos eléctricos ¡son títulos de poemas! ¡Ved hasta dónde llega la obsesión científico-industrial! ¡Oh, pobre Musa futurista, tu mirada es un brillo de barniz en pupilas de cristal!… Paseas al vapor entre nubes de polvo, en tu férreo cuerpo estridente, vestido de reclamos comerciales” .
Sin embrago, hay grandes puntos de contacto entre ambos movimientos literarios: el futurismo, o marinettismo, impulso hacia nuevas formas de arte, aspiración clara, azul, mediterránea, y el saudosismo, o teixerismo, más vagoroso, más sugestivo, menos nítido, impregnado de la dulce niebla de la tierra portuguesa. Ambos parecen envolverse en un manto negativo, de destrucción de los viejos ídolos literarios, de desenvoltura iconoclasta hacia los precursores, de desdén por toda forma literaria que no sea la suya peculiar. Y no obstante, en el fondo, ambos movimientos son afirmativos, creadores, constructores, renovadores…
Las pintorescas y egolátricas frases de Marinetti en el prefacio-dedicatoria de Mafarka el futurista revelan bien a las claras cuál es el sentido afirmativo de la tendencia futurista: “Esta novela es polifónica, como nuestra alma. Es a la vez un canto lírico, una epopeya, uan novela de aventuras y un drama… Soy el único que ha osado escribir esta obra maestra y a mis manos morirá un día cuando el esplendor creciente del mundo haya igualado al suyo y lo haya hecho inútil”. Y cuando habla de su antecesor inmediato, d D´Annunzio, bien claramente advierte que, aún deseándole convertir al futurismo, le respeta como figura literaria, con su gesto inicial de precursor. “Gabriele d´Annunzio nos sigue de lejos, como paseista convertido, sin tener el valor (bien entendido) de renunciar a su innumerable clientela de erotómanos enfermizos y arqueólogos elegantes” .
¿Qué es el saudosismo?
Ante todo, para advertir las similitudes de orientación, convendrá saber lo que es uno y otro movimiento. ¿Qué es el futurismo? Un movimiento de reacción contra la literatura encopetada y académica, contra el lugar común retórico, contra el culto al pasado, contra la adoración idolátrica hacia los modelos clásicos y, por último, contra la Italia oficialq ue consintió en soportar la humillante presión del tacón militar austriaco en Trieste y en Fiume y que no supo crear un nacionalismo fuerte y vigoroso, sin agresiones fanfarronas, pero sin resignación a todos los vilipendios . Esto representa el futurismo; en literatura, el espíritu revolucionario, hostil a todas las normas clásicas y a todas las rebeldías románticas de oropel, de encargo, de simulación; en suma, podría definirse el futurismo por analogía como se definió el romanticismo: el liberalismo en literatura… En política, el futurismo representa la actitud ofensiva hacia Austria, la posición antimonárquica un poco condicionada (algo semejante a la del reformismo aquí, mutatis mutandi), la guerra al clericalismo y a la explotación industrial de Italia como estación de turista y alcoba de las parejas amorosas del mundo entero. El mismo Marinetti nos lo expondrá más explícitamente en la especie de programa político del futurismoq ue formula ante el trono italiano:
“La monarquía italiana ¿va a colaborar con nosotros a la realización del gran sueño? Nos permitimos dudarlo, porque no quiere salir de ese papel pacífico, puramente honorario y decorativo, que conserva desde el día en que Mazzini, Garibaldi y Cavour le ofrecieron nuestra península independiente y unificada. Por eso no reconocemos a la monarquía ningún derecho directo sobre la nación, sino deberes urgentes que debe cumplir, so pena de desaparecer antes de que haya llegado su hora.
1º. La monarquía italiana debe, ante todo, consolidar el orgullo nacional preparando la guerra.
2º. Debe romper la Triple Alianza, lazo vergonzoso que nos tiene atados, a pesar nuestro, a nuestro único enemigo: Austria.
3º. Debe enterrar y barrer a nuestro más grave enemigo interior: el clericalismo; y desembarazar nuestra capital del Vaticano.
4º. Debe reconstituir a Roma sobre un doble podería industrial y comercial y libertarla de esa deshonrosa y aleatoria industria de lso extranjeros.
Observad que al afirmar estas verdades no somos los portavoces de los socialistas ni de los republicanos. Todos los partidos políticos italianos están hoy podridos de oportunismo y de cobardía; nosotros somos el desinfectante futurista, el ácido corrosivo revolucionario. Concebimos la república, no como un fin ideal y definitivo, sino como una forma de gobierno transitoria, que sucederá fatalmente a la monarquía y nos permitirá ir más lejos” .
El saudosismo a su vez representa el intento de reintegración de Portugal a su vida genuina y autóctona, la reincorporación en su papel de pueblo histórico, la sacudida del yugo del constitucionalismo francés y del romanismo . Teixeira de Pascoaes ve en el saudosismo, ante todo, una regresión al Portugal histórico, una liberación de la influencia de tutelas extranjeras. Portugal extranjerizado es lo que él abomina y detesta. Desea que brote de la nueva era lusiada el Portugal autóctono, no infectado de constitucionalismo francés; al modo como en la Guerra de la Independencia, para repeler la agresión napoleónica, brotó nuestra ingenua u nativa espontaneidad peninsular. ¡Lástima que no pudiera lograrse esta restauración de toda la gran Iberia histórica!… Pero está escrito que lo que por la sangre está unido solo con la sangre se separa y –lo que es más doloroso- sólo con la sangre y la opresión se vuelva a unir. Lo mismoq ue vínculos muy tenues aglutinan e integran los diversos pueblos en una misma nacionalidad, diferencias muy tenues los separan y dividen por siglos. El caso de Suecia y Noruega es típico a este respecto. No comparemos –comparaison n´est pas raison- pero hagamos un punto de meditación.
Fundamentos étnicos, históricos y filológicos del saudosismo
No es un puro declamador ni un retórico, Teixeira de Pascoaes. Es un pensador, a ratos genial, a ratos trivial, y trata de fundamentar su doctrina. Teixeira de Pascoaes arranca de una base etnográfica para definir el saudosimo. La Península Ibérica ha sido poblada por dos grupos de pueblos “de los cuales descienden los actuales castellanos, andaluces, vascos, catalanes, gallegos y los portugueses” . Una de las ramas étnicas diferenciadas por caracteres de naturaleza física y moral, es la aria –griegos, romanos, celtas, godos, normandos, etc.; -la otra es la semita –fenicios, cartagineses, judíos y árabes. El ario creó la civilización griega, el culto de la forma, la armonía plástica, el paganismo; el semita creó la civilización judaica, el culto del Espíritu, el Viejo Testamento, la Unidad Divina, el Cristianismo que es la suprema afirmación de la vida espiritual. “El ario concibió la Belleza objetiva. El Dios del ario es el sol fijando y detallando las actitudes, las líneas, las formas voluptuosas; la Divinidad de los semitas es el astro de la noche, la luna diluyendo en sombra espiritual los aspectos corpóreos de las cosas y los seres. El ario cantó en las cumbres del Parnaso la verde alegría terrestre; el semita glorificó en los cerros del Calvario el dolor salvador que eleva las almas hacia el cielo”. Abreviando: el ario trajo a Iberia el paganismo, y el semita el cristianismo.
La teoría de Teixeira de Pascoaes es bien acomodaticia, pues según los prolegómenos que fielmente he expuesto, el saudosismo originario de la fusión de los elementos arios y de los elementos semitas, no es exclusivo de Portugal y conviene a todos los pueblos ibéricos. La saudade es, de hecho, como palabra, una creación lusitana; mas el sentimiento que informa esa palabra es patrimonio de todos los pueblos de Iberia donde han encarnado las dos fuertes razas arias y semíticas. Un poco prematura es, pues, decidir, como decide Teixeira de Pascoaes, que “aparte de algunos hechos de naturaleza histórica, hay un hecho de naturaleza psicológica, el cual demuestra que las sangres de aquellas dos razas se cruzaron en partes iguales cuando dieron origen a la raza lusitana, que es, de esta forma, la más perfecta síntesis de las antiguas ramas étnicas”.
¿No podría aplicarse esta fórmula de psicología colectiva al sur de España, por lo menos, a la Andalucía donde aparecen tan fusionados los elementos semita y ario? ¿No hay una perfecta equivalencia en vegetación, terreno, constitución craneana, costumbres, carácter. Modalidad psicológica entre las gentes que pueblan el sur de España –más bien el sudoeste- y las que pueblan el sur de Portugal, la región de los Algarves, especialmente? Si hay alguna diferenciación, será la diferenciación que ha establecido una historia diferente. Autóctonamente, quitado el lastre de varios siglos de separación, los habitantes de estas dos comarcas son idénticos; pertenecen a idéntica raza y ostentan los mismos caracteres étnicos.
La prueba está en que las investigaciones etnográficas no han establecido diferencias entre el sur de España y el sur de Portugal . La prehistoria ha respetado una semejanza que en vano la Historia trata de borrar. Estaremos definidos como dos nacionalidades diversas, pero no estamos definidos como dos pueblos distintos.
Todo ello prueba que la historia se ha empeñado en separar lo que el destino había querido que estuviera unido. Y a fe que consiguió separarlo, porque ¿cómo dos pueblos resisten por varios siglos, ni siquiera por años, al esfuerzo tenaz y constante de dinastías suicidas, políticos y estadistas desacertados, que traten de separarlos? Entre España y Portugal no hay disentimiento fundamental, no hay diferencia substancial, no hay línea divisoria de raza; y, sin embargo, debiendo estar indisolublemente unidos, permanecemos separados.
Españolismo y portuguesismo
Y si unidos estuviéramos por el vínculo de la fraternidad política y literaria, ya que separados estamos por las fronteras territoriales, aún podría llevarse con paciencia la separación; pero estamos separados de una y otra manera, irreductiblemente, en lo político, en lo geográfico, en lo literario. Un escritor catalán residente en Portugal y que publicaba sus libros en portugués, escribe: Como se estivessem distanciadas por milhares de leguas, as duas nações ibéricas vivem uma ao lado da outra desconhecendo-se mutuamente , o como dijo en pintoresca frase doña Emilia Pardo Bazán, “son como dos familias que, viviendo en la misma casa, al encontrarse en la calle, ni siquiera se saludan” .
Claro que no es el mejor camino para unir dos pueblos lanzar temerarias insinuaciones como las que el señor Teixeira de Pascoaes lanza en alguno de sus folletos. Habalndo de nuestro don Miguel de Unamuno y de la interpretación que da al quijotismo español (o quixotismo resurge animado pelo genio de um homem que se chama Miguel Unamuno; Cervantes encontrou o seu Profeta, o verdadeiro interprete do seu pensamento) advierte así a sus compatriotas: Extranho Deus a força de ser homem (Don Quijote). El vendrá a salvar a España. Y los portugueses no deben perder de vista a Don Quijote. Su lanza puede volverse contra nosotros. A sua lança pode voltar-se contra nós .
No es éste ciertamente el buen camino del iberismo. Menos aún lo es aquella otra pretensión, un poco bufa y grotesca (dígase con todo respeto) de designar Galicia como una Alsacia portuguesa. Esto ya rebasa los límites de lo tolerable. Cuando atribuye la saudade al pueblo portugués como su característica, añade que es también atribuíble a Galicia, porque Galicia es un pedazo de Portugal bajo las patas del león de Castilla. A Galiza é um bocado de Portugal sob as patas do leão de Castella. A Galiza é a nossa Alsacia! .
A más de inconveniente, esto es inexacto; tanto valdría decir que el Rosellón es la Alsacia de Cataluña o los Algarves la Alsacia de Andalucía. Con ese acomodaticio criterio el mundo está poblado de Alsacias irredentas. Y si volvemos la oración por pasiva y tomamos el punto de vista del señor Teixeira de Pascoaes ¿no sería Portugal una enorme Alsacia y Lorena que España dejó perder y a la cual por debilidad nunca suspiró en revancha justa?…
Mas este punto de vista, sólo accidental y traslaticiamente lo he señalado. Ni la fobia hispana ni la fobia lusitana son planos en que podamos situarnos para enfocar el iberismo. En esto digo con Navarro y Monzó: Podem preconceitos atavicos despertar velhos sentimentos de hispanofobia, podem aberrações intellectuaes de enthusiamo pueril por povos exoticos dar lugar a declamações odientas contra os aliados naturaes da nação portuguesa nas grandes luctas de raças que o seculo XIX previu e que o futuro nos prepara, mas que alguem, con animo sereno e raciocinando um pouco, sustenha que as relações entre os dois reinos da peninsula devem continuar sendo o que são, e impossivel .
¿Qué necesidad tiene el señor Teixeira de Pascoaes ante sus patrizios, que ya de por sí andan muy predispuestos a creer a pies juntillas en todo lo que de allende Badajoz venga de truculento y agresivo, de agitar el fantasma do perigo hespanhol, para dar vida intensa al renacimiento lusitano? O genio portuguez, en su expresión filosófica, poética y religiosa, cifra toda su grandeza en el hecho de ser independiente, no en el de ser antagónico al pueblo español. Si el mismo señor Teixeira de Pascoaes nos caracteriza diciéndonos que “en el pueblo español domina la sangre semita que lo tornó ferozmente espiritualista, violento y dramático” , ¿por qué busca irreductibles antinomias en expresiones geográficas que carecen de todo valor y que sólo las guerras de conquista y de invasión y de rapiña han consolidado? Si a las síntesis geográficas nos atuviésemos, ¿se nos tacharía de soñadores y de inexactos a los españoles si proclamásemos que España es una nación mutilada, un organismo nacional, al que se le han amputado miembros muy principales de su cuerpo, desde el momento en que no abarca Portugal?… Pero a más de ser indelicado con nuestros vecinos ¿no sería quizá inoportuno en un estudio sociológico o de alta crítica literaria?
Igualmente inoportuna –sed non erat hic locus- resulta ese explosivo trompetazo del señor Teixeira de Pascoaes sobre Galicia-Alsacia, en medio de un estudio sereno y puro, de la índole de los estudios que en Alemania organizó Lazarus, de la Völkerpsychologie…
A menos que el señor Teixeira de Pascoaes nutra esperanzas locas de revancha y aliente en su seno las víboras de un chauvinisme a semejanza del de Maurras en Francia, que tendría doble tacha, la de ser copia y la de resultar bufo, pues las revanchas que en una nación fuerte pueden llegar a ser un ideal nacional, en una nación chica y desmedrada resultan grotescas. ¿O es que, bajo la capa rota del fadista, del cantor del saudosismo, del sentimentalista quiere el señor Teixeira de Pascoaes que anide y se oculte el aborrecedor del castellano, el chauviniste de la Avenida da Liberdade?… Sería entonces llegado el momento de que nosotros estimulásemos al pueblo español dormido y entonces… señor Teixeira de Pascoaes, à la guerre comme à la guerre.- Y no quiero reforzar mi argumento con aquellas desalentadoras expresiones de João da Ega en aquella escena pintoresca de Os Maias –durante la comida en casa de Cohen- que (no me lo negaría el señor Teixeira) son depresivas para sus paisanos. Me redargüiría él que Carlos de Maia y Cruges y el mismo Cohen y sobre todo el romántico poeta Thomas de Alencar rebaten las pesimistas y desalentadoras paradojas de Ega; pero es evidente que si ellos representaban un grupo de opinión portuguesa también Ega –y a su modo grotesco, bufo y desatinado, el clubman Dámaso Salcede- representaban otro grupo de opinión portuguesa, por lo menos de la época en que el gran Eça de Queiroz escribía su novela.
Pero no tema, señor Teixeira de Pascoaes, ni nos acordaremos de la conversación del gran Ega, ni como el mayor Bratt, que dizia coisas perfidamente desagradaveis para Portugal , incubaremos un nidal de envidias a sus colonias; pero es a condición de que ellos no evoquen Aljubarrota todas las mañanas, ni nos hablen de que Galicia es su Alsacia, es decir, la tierra irredenta que han de recobrar.- Fica entendido, Sr. de Teixeira? –En lenguaje diplomático, para prestarle mayor solemnidad, se ha de contestar: – C´est entendu!…
La esencia del saudosismo
Cuando el señor Teixeira de Pascoaes abandona el tono de fulminación antiespañola y deja las estridencias de la reivindicación galicio-alsaciana, hay en él un encanto de sinceridad que atrae y una fluidez de prosa que cautiva. Cuando se siente netamente portugués, es cuando está elocuente. “Queremos un Portugal portugués y, al mismo tiempo, humano. Queremos nuestra patria de acuerdo con el Pasado y con el Futuro, clavando las raíces en la noche de la Recordación para florecer a la luz de la Esperanza y crear su obra espiritual, religiosa, obra de amor y sacrificio” .
Según el señor Teixeira, el alma lusitana pocas veces se ha revelado en su plena espontaneidad, ahogada como ha estado por influencias extranjeras. La desnacionalización de Portugal, su descastación paulatina y sorda, data del día en que unos lusitanos romanizados, mercenarios, vendieron a Roma la vida de Viriato, o simbolo mais antigo da nossa independencia .
Fórmase después la nacionalidad portuguesa. Viriato revive en Nun Alvares, Vasco de Gama, Alfonso Henriques. Es la época de la lucha heroica por la integración de la personalidad lusitana. El genio lusitano se revela bajo su doble aspecto aventurero y descubridor, que le asimila con el genio hispánico, pero con diferenciaciones características. Según Eça de Queiroz, la característica del genio aventurero portugués es la cautela, la prudencia, cierto influjo italiano que lo liberta del exceso de quijotismo español. “En Portugal hay más serenidad en la fuerza; el carácter portugués es más semejante con el carácter italiano; nuestros sabios, nuestros navegantes, nuestros descubridores tenían más lucidez del tiempo de Galileo que la fe del tiempo de Dante; las navegaciones son prudentes” .
Al espíritu aventurero agrega el señor Teixeira de Pascoaes como característica portuguesa el temperamento mesiánico, ese soplo de sebastianismo que, según el mismo Eça, late en el fondo del alma portuguesa . E no Infinito onde subeu, a Aventura, feita de Messianismo, penetrou-se de vigor celeste; e, rasgando o nevoeiro de manhã sebastianista, reaparece na terra de Portugal, vestida espiritualmente con luz do sol .
Manifiéstanse estas características en el ciclo heroico portugués, en la era lusiada que ahora quiere renovar el señor Teixeira. Mas surge entonces la influencia española, la incautación hispánica del alma portuguesa; -sugiere el señor Teixeira (yo diría: la natural supremacía de un pueblo de más habitantes y que entonces estaba en el culmen de su gloria) y entonces los extranjeros vienen, no vestidos a la romana, sino vestidos a la española. El espíritu portugués cae por fin derrotado aos pés intrusos dos Filipes, según frases del señor Teixeira. Reaparece, não ainda em corpo vivo, mas en phantasma de nevoeiro, a Saudade luctuosa, a travez das suas lagrimas, visiona o Desejado. Os seus olhos perdem-se na neblina do mar que desenha vagamente, ao longe, a ilha do Encantamento. E a voz de profecia no Bandarra e divina eloquencia em Vieira .
El período pombalino es, según el parecer de Teixeira de Pascoaes, el esfuerzo de un hombre aislado, la lucha de una personalidad poderosa, “pero distante del pueblo que comprendió y sintió mal”. Exacto; y hasta tiene una analogía singular con el período de nuestro Carlos III, asesorado por Floridablanca y el Conde de Aranda; Campomanes o Jovellanos más tarde representan en España algo idéntico a Pombal en Portugal; individualidades poderosas que luchan por imponer su criterio europeo a una masa atrasada. De ahí lo efímero de la obra del marqués de Pombal, como de la obra de nuestros europeístas anticipados a su época.
Desde 1820, el alma lusiada enmudece. “La casta extranjerizada alcanza su mayor predominio, principalmente en la política y en la literartura, con raras y gloriosas excepciones, como el Frei Luis de Souza, de Garrett”. Durante todo el siglo XIX se acentúa cada vez más la influencia francesa. En política, impera el constitucionalismo a la francesa, que hace reclamar al padre del mismo Teixeira de Pascoaes, en las postrimerías del siglo, un día, en 1898, en pleno Parlamento: Morremos de envenenamento constitucional!… grito que recuerda el “morimos de empacho de legalidad” de nuestro Ruiz Zorrilla.
El saudosismo en literatura
En literatura las modas venían de Francia, como a España, aunque en Portugal, por el mayor contacto comercial y diplomático, aún llegaran ciertas corrientes del pensamiento británico. Pero lo francés era lo predominante. Eça de Queiroz ha escrito un artículo titulado O Francezismo que ha sido recopilado en su libro póstumo titulado Ultimas páginas, y en él dice, entre otras cosas peregrinas e irónicas, lo siguiente, muy significativo: “En todo el tiempo que vagúe por las márgenes del Mondego, creo que no abrí un libro portugués, a no ser, en vísperas de examen y con infinita repugnancia, la Novísima Reforma Judicial. Mas conocía, como todos mis amigos, cada novelista, cada poeta francés, no sólo en su obra, sino en su vida, en sus amores, en sus tics y en su estado de fortuna…”.
La liberación de la influencia exótica en literatura y en política, es uno de los intentos más nobles y laudables del saudosismo. En literatura, quiere crear un arte portugués que no reciba emanaciones extranjeras; desea también hacer que renazca la pintura portuguesa, la escultura, la música, la arquitectura genuinamente lusitana. En escultura, el arte portugués ya ha dado una obra maestra y sintética: O Desterrado, de Soares dos Reis, que es un símbolo de la raza; O Desterrado é a Esfinge da Raça no recanto esquecido dum esquecido Museu municipal. Soares dos Reis es “el precursor de los actuales poetas, el precursor del verdadero arte lusitano” .
En pintura, Cervantes de Haro (a quien Teixeira de Pascoaes llama “la más bella esperanza del arte portugués”) y Antonio Carneiro anuncian el nuevo arte. En música, el Orfeón de Oporto y el de Coimbra, dirigidos por Antonio Joyce y Fernando Montinho, realizarán la forma armónica del saudosismo. En literatura, el grupo de la “Renascença Portuguesa” que acaudilla el señor Teixeira de Pascoaes, y que integran poetas como Jaime Cortesão, Augusto Casimiro, Mario Beirão, Alfonso Duarte, y prosistas como el Vizconde de Villa-Mora, creará una nueva prosa y una nueva poética e infundirá a ambas un nuevo sentido espiritual. Hasta tiene su filósofo el saudosismo: Leonardo Coimbra, con su teoría del creacionismo, que define el conocimiento de las cosas compuesto de dos elementos, como la saudade, de espíritu y de materia… Y no cabe duda que el saudosismo va creando ambiente e influyendo en la opinión portuguesa y formando un género nuevo de lirismo que, abandonando “el eterno rumor de las faldas de Elvira” (como decía Eça de Queiroz en A Correspondencia de Fradique Mendes) se inspira en el amor de la patria y en la exaltación de los héroes nacionales.
Aun recientemente en su Oracão à Patria, el nuevo poeta João de Barros que posee “la vehemencia de Junqueiro, la emotividad ampliamente humana de Cesario Verde y que es del linaje del gran Camoens” –según el sentir del escritor lusófilo Phileas Lebesgue – canta los futuros destinos de una patria tan noble como la patria portuguesa, que quiere renacer a los sueños de grandeza y volver a reinar en el mundo…
Entre los nuevos poetas destacan Manuel de Silva Gaio –que en las Cancões do Mondego cantó la belleza del suelo natal, y ahora en Chave dourada (Renascença Portuguesa; Oporto, 1917) exalta el pasado para proclamar la necesidad del sacrificio; Cándido Guerreiro, cantor regional del Algarve, que en sus sonetos algunos puramente religiosos, entronca con el parnasianismo de Antonio Feijoo; João Amaral, Alberto Monsaraz, Alberto Monforte, João de Lebre e Lima, que en su Livro do Silencio paga su tributo a Lopes Vieira y a Eugenio de Castro, pero manteniéndose íntegramente personal; Vaz Passos, cantor naturalista (Terra fecunda Livro do sol, da terra e da vida), y Luis Coelho, inspirándose en el folklore lusitano y alentando ahora cual nuevo Tirteo a los hijos caballerescos de Lusitania que van a los campos de Francia (Espelho do Ceo; Renascença Portuguesa ; Oporto, 1917).
Y en todos ellos, como véis, palpita un lirismo nuevo; hasta los que no son adeptos del saudosismo, los que no están afiliados, se inspiran en las normas poéticas que el saudosismo ha promulgado. Jaime Cortesão acaba de escribir su libro O Infante de Sagres; drama épico y fatalista, representativo de la grandeza del antiguo Portugal, de los viejos y austeros navegadores –quando nós tinhamos navigadores!, como dice melancólicamente el Teodoro de O Mandarim, de Eça de Queiroz- sobre los cuales gravita la corneliana figura de Don Henrique, alma de hierro, cruel a fuerza de amar, su vocación patriótica, incorruptible en su abnegación por la patria, vacilando entre el amor y la piedad fraternales y la devoción a su país; porque el desastre de Tánger le plantea el conflicto de la pérdida de Ceuta o el martirio de un hermano querido. El Infante no cede y hasta rechaza al sacerdote que viene a exhortarle al arrepentimiento…
He aquí un nuevo concepto del teatro poético puesto en vigor por el saudosismo. El amor de la patria tiene en ella cantores apasionados. El culto de los héroes les inspira épodos gloriosos; el espíritu nacional alienta en todos ellos. El señor Jaime Cortesão es el dramaturgo del saudosismo, dramaturgo de aliento épico, histórico a lo d´Annunzio, al mismo tiempo con reminiscencias de los viejos maestros del teatro romántico lusitano (Mendes Leal, Almeida Garrett, Costa Cascaes) así como el señor Leonardo Coimbra –el propulsor de la teoría del creacionismo- es su filósofo y es su novelista el vizconde de Villa-Moura y quiere ser su crítico literario el señor Fernando Pessoa, que, de deducción en deducción, ha llegado a hablar de la aparición del supra-Camoens.
El saudosimo en política
En política, para descostrar el pueblo portugués de la capa de extranjerismo que le han echado encima sus gobernantes extranjerizados, habría que emprender varias reformas, según el señor Teixeira de Pascoaes.
Mas antes de todo, “es preciso que Portugal sea gobernado por hombres representativos de su raza y no por bachilleres desnacionalizados, que apenas tienen en su cerebro vagas teorías jurídico-sociales, importadas del extranjero, bebidas aprisa en la Universidad de Coimbra, ese terrible foco desnacionalizador, por cruel ironía situado en medio del más extraño paisaje quincentista, donde la sombra de Camões y la sombra de Bernardino traspasan el claro de luna” .
Es preciso, además, que las leyes portuguesas no sean calcos serviles y confusas copias de leyes extranjeras, sino que arraiguen en el carácter portugués y en la época, para que constituyan un todo orgánico, y no una exótica ensalada jurídica. La Iglesia Lusitana necesita una reforma tracendental. “Impónese la fundación de la Iglesia Lusitana, que tiene vivas raíces en la tradición y en el espíritu de la raza”. El señor Teixeira de Pascoaes quiere crear una especie de galicanismo portugués. No es separar la Iglesia del Estado, como ha hecho la República, sino crear una Iglesia nacional, emancipada de la tutela de Roma, lo que intenta el señor Teixeira de Pascoaes . Sostiene para ello la paradójica teoría de que el pueblo portugués es religioso y cristiano, mas no católico.
Remontándose a tiempos pasados, recuerda el señor Teixeira de Pascoaes que San Pedro de Ratés fundó en Braga una de esas iglesias que tuvo gran influencia en la Península; durante los nueve siglos de los Concilios Ecuménicos, esta Iglesia nunca reconoció la primacía del Obispo de Roma, y constituía una especie de iglesia cismática rusa . En los Concilios de 516 y 572, reunidos en esa iglesia, se acordó adoptar el rito Bracarense o de Braga; tuvo que venir Alfonso Henríquez para someter a la iglesia portuguesa a la Santa Sede en trueque de obtener la protección papal.
La Inquisición y la Compañía de Jesús oprimieron después la libertad religiosa: “mas de tal manera el espíritu lusitano es original, que pronto, después de la implantación del Liberalismo, las iglesias protestantes comenzaron a aparecer” El señor Teixeira cita, entre otras, la Iglesia de San Pablo, fundada por Manuel Antonio, en Lisboa; la iglesia de Jesús, fundada en 1876 por José Nunes Chaves; el Nuevo Templo de San Juan Evangelista, fundado en abril de 1894; la Iglesia del Buen Pastor, fundada en 1887; el Templo del Redentor, en Oporto; la Iglesia de la Santísima Trinidad, organizada en Cintra en 1876, por João Joaquim da Costa Almeida, párroco en Rio de Mouro, feligresía del Concejo de Cintra; la Iglesia de Setúbal, la de Portalegre, etc.
Todo esto no demuestra nada, aunque el señor Teixeira de Pascoaes quiera que demuestre “la evidencia de que existe una Iglesia lusitana y de que el espíritu lusitano, naturalista, místico, no fue, ni es, ni podrá ser católico”. Es como si en España quisiéramos mostrar que los esfuerzos de Fliedner, Juan Bautista Cabrera y algunos más, han creado una iglesia aparte o que los disidentes españoles que historió Adolfo de Castro en su Historia de los protestantes españoles y de los cuales fue notorio portaestandarte don Luis de Usoz, el sabio bibliófilo, constituían una mayoría en el pueblo español, y podían aspirar a crear una iglesia nacional. Miguel de Unamuno, en sus primeros ensayos, parecía tener la coquetería intelectual de formar un protestantismo español; mas bien pronto vió cuán baldíos serían sus esfuerzos. El protestantismo no prende bien en los países meridionales, que necesitan las ceremonias brillantes y fastuosas del culto católico .
No va, pues, con el genio de la raza ese protestantismo o cismatismo que pregona el señor Teixeira de Pascoaes; pero no podemos dejar de mencionar su empeño de crear una iglesia nacional lusitana. “Fueron meros intereses dinásticos y políticos los que sacrificaron al catolicismo romano nuestra independencia religiosa, creadora de iglesias lusitanas autónomas… Es necesaria la fundación definitiva de la iglesia lusitana debiendo ella quedar integrada en el Estado y por él superiormente dirigida, siendo el Estado representado, claro está, por auténticos portugueses de inteligencia y corazón” . El señor Teixeira cree fácil inculcar en el clero rural portugués la idea de esta iglesia independiente , pudiendo tal vez eliminarse al alto clero que fue casi siempre uma nodoa estrangeira na nossa Patria, à semelhança dos politicos.
Resumen
En suma, el saudosismo, más que marcar una escuela literaria, señala la orientación espiritual de una juventud. Adormecido Portugal con el cloroformo de muchos años de contitucionalismo calcado sobre el patrón francés, despertó en dos o tres sacudidas parciales como la que produjo el ultimátum de Inglaterra en 11 de enero de 1890 y la sacudida revolucionaria y epiléptica que produjo la tragedia del Terreiro do Paço, en 5 de enero de 1910, que derrocó la monarquía de Braganza e instauró la República en Portugal.
Basta decir esto para que se comprenda al punto que el señor Teixeira de Pascoaes dista de ser un neoconformista con la República, como parece que correspondería serlo a su actitud de Maurras o Barrès lusitano; antes por el contrario, estima en lo que vale la obra de la República y desea que se consolide y se vivifique. Por ello mismo desea una República portuguesa, netamente portuguesa, sin calco francés, muy nacional. “Con estas palabras (dice al final de la más sintética y precisa de sus conferencias) quise dar apenas una idea de lo que nosotros somos espiritualmente y afirmar que la obra social de la República ha de orientarse por el espíritu lusitano para ser original, duradera y progresiva” . Y en el pequeño preliminar que la antecede, afirma rotundamente inculcando bien la idea: “No hice más que decir en breves palabras lo que es nuestro espíritu, en su vida original y creadora de un alto criterio religioso y filosófico, al que se debe subordinar la obra social y política de la República”.
El genio portugués está formado a base de espíritu aventurero y de saudade. “El pueblo portugués creó la saudade, porque él es la única síntesis perfecta de la sangre aria y de la semita” . “El pueblo portugués, creando la saudade, que es deseo y dolor, que es Venus y María, que es el espíritu semita y el cuerpo ario, vivió su propio renacimiento”. Mas ante todo, ¿qué es la saudade? preguntará el lector que ve constituído un sistema filosófico-político-religioso-literario a base de ese lindo vocablo portugués, construído quando nós tinhamos verbos, como diría Eça de Queiroz , en la época gloriosa de los navegadores, quando nós tinhamos navegadores.
La saudade, palabra intraducible a los demás idiomas, desde luego es, según el viejo Duarte Nuñez de Leão, lembrança de alguma cousa con desejo dela. Vieja como la lengua portuguesa no ha sido, sin embargo, interpretada o definida con acierto hassta ahora, en que de ella ha sacado todo el partido filosófico posible el señor Teixeira de Pascoaes.
El Vizconde de Almeida Garrett intentó definirla y dió una definición muy poética y bella; mas al señor Teixeira de Pascoaes no le satisface y desea dejar plenamente demostrado que él es el único intérprete fiel de la saudade portuguesa.
El la ha definido en prosa y verso de mil formas distintas, casi imprecisas, buscando ardientemente la interpretación y expresión definitivas. Ha todavia quem fale da velha saudade de Camoens e Garrett, parecendo estabelecer assim uma barreira entre a saudade de aqueles Poetas e a da nova Poesia portuguesa, com o desejo tal vez de imputar a esta um caracter artificial, sem realidade viva na Raça . No hay tal disparidad, afirma el señor Teixeira, y engáñase quien piensa así. Las dos saudades son, en su esencia, la misma saudade. Simplemente en Camoens, en Garrett y en Antonio Nobre aparecía bajo una forma primitiva, inconsciente, difusa, sin definir aún. Cierto que alcanzó tal profundidad, a pesar de ser aún confusa y vaga, que se tornó filosófica y religiosa, entrevista en aquellos versos de Camoens:
Não é logo a saudade
das terras donde nasceu
a carne; – mas é do ceu,
d´aquela santa cidade
donde est´alma descendeu.
El sentir popular ha entrevisto también todo el profundo misterio que late en la saudade entendida al modo que la entiende Teixeira de Pascoaes y la interpretó de modo poético y conmovedor en estas dos coplas, que son dos cuartetas preñadas de hondura filosófica y nebulosidad de ensueño…
De qualquer modo que existas
és a mesma divinidade:
ventura, quando te vejo:
se non te vejo, saudade.
Se alguem diz que a vida acaba
digo-lhe eu que nunca amou.
Quem vae e deixa saudades,
nunca a vida abandonou.
Mas quien ha llegado a la perfecta expresión poética de la saudade ha sido, al parecer y según el propio asenso, el señor Teixeira en sus volúmenes poéticos .
Comienza definiéndola en la primera edición de Sempre:
Sombra que não ha sol capaz de a desfazer
ou astro que não faz, nascendo, a luz do dia,
Degosto que não muda en dor algum prazer,
ou prazer que não muda a dor em alegría.
Eis a saudade… a luz eterna que ilumina
A mar de nossa magua…
En la segunda edición de Sempre, aún precisa más:
A saudade é um sentimento misterioso
que prende a nossa vida á vida que passou,
e que faz regresar um sovereiro edoso
á fecunda semente onde ele se criou…
En Jesus e Pan expone su tesis místicopagana que funde el cristianismo ario con el culto de la forma:
María ha de chamar a Venus sua irmã…
E preciso ligar, fundir na mesma luz,
a alegria de Flora e a paixão de Jesus.
La primera estrofa recuerda exactamente (como ya he advertido antes) las estrofas de Villaespesa (que ha leído, por demás, mucha poesía lusitana e itálica –y bien claro se advirtió en el feo trasalado de El Rey Galaor):
La encarnación cristiana del alma de María
en el mármol pagano de la Venus de Milo.
En Vida Etherea insiste sobre la alegoría místicopagana que, según él, resume el alma religiosa de Portugal:
E Venus n´uma névoa etérea e vaporosa,
elevou-se na luz da tarde lacrimosa.
E para o Olympo azul, en lagrimas, subía
proyectando na terra a sombra de María…
En As Sombras se expresa así evocando la saudade:
Tristesa do Infinito e da Distancia!…
Santa tristeza cósmica de Deus!
Calma tristesa ideal da Eternidade!
Tristesa do Indeciso, do Principio!
Do vago, do Crepuscolo!…
En Senhora de Noite, ya indeciso, resumiendo las tres modalidades del alma portuguesa y fundiéndolas en una, canta:
Venus, María, ou antes a Saudade…
En Marános, concretando más y definiendo su posición como portugués ante el misterio de la saudade, canta así:
Eu não tinha a Saudade, a sua origem
remota n´este Ceu misterioso,
n´esta bela Paisagem trascendente?
E a sua origem proxima e sensível
na alma profonda mistica e vidente
d´este Povo do Mar e da Montana?
En Regresso ao Paradiso, exclama:
Es a Virgem ideal a Renascença,
da Renascença edénica e profunda:
da Renascença universal do Sér
que em ti regressa a Forma primitiva…
En prosa el señor Teixeira de Pascoaes ha encontrado bellas interpretaciones de la saudade, que parece común también a los pueblos de lengua catalana. El señor Ribera y Rovira, en efecto, en su prefacio a un volumen de versos, Atlantiques, traducción de varios trozos poéticos portugueses, dice que “la saudade portuguesa es l´anyorança, l´anyorament català; i el saudosismo ve a ser l´anyorantisme”. Y en su obra sobre Portugal literario, escribe: “La saudade lusitana sols en l´anyorament català té digna i expressiva semblança psíquica. L´anima de la raça portuguesa es la saudade; així com l´anima de la raça catalana es l´anyorament, l´anyorança”.
Catalanes y portugueses están dándose ahora un abrazo por sobre la aridez de la estepa castellana y conviene que se enteren los gobernantes españoles y que recuerden que entre lusitanos y catalanizantes siempre hubo afinidades psíquicas y lazos de unión hasta el punto de que un escritor catalán, que escribió hace años un libro en portugués sobre el problema de las nacionalidades ibéricas, se expresa así: A historia de Catalunha e a confirmaçao da justiça superior que presidiu a existencia historica do reino de Portugal e, n´este conceito, está revestidapara os portugeses d´um interesse que ennobrece os seus esforços em pro da patria liberdade e lhes dá um caracter importante que sem isso não terian .
Y reforzando esta vinculación lusitanocatalanista, Teixeira de Pascoaes ha escrito con gran cariño hacia Cataluña, en uno de sus folletos: “En Cataluña, el ilustre escritor Ribera y Rovira encuentra también en la palabra anyorança el sentido más elevado y poético del alma de su pueblo, fortaleciendo así los lazos de sangre que atan a Portugal a aquella admirable raza mediterránea” .
Teixeira de Pascoaes anhela que la saudade sea el motus primus que encamine a los portugueses hacia una mejor orientación y una afirmación de la personalidad del pueblo lusitano… “El portugués del futuro, el portugués ideal que nosotros soñamos, ha de ser creado en la escuela primaria, cuando el alma de los estudiantes es infantil, espontánea y viva” . “Es preciso, ante todo, que el país se conozca para saber quién es y lo que desea. He ahí el trabajo de la nueva generación, cuya aparición corresponde al renacimiento espiritual de la raza” .
“El momento actual, la hora del Infante, como lo llamó Jaime Cortesão, está señalado por la revelación del alma portuguesa, del espíritu de la raza, que al fin se tornó consciente, que subió la cuesta de la vida, cantando por boca inspirada de nuestros poetas actuales que crearán en Portugal una nueva y original Poesía: la religiosa poesía portuguesa” .
En uno de sus folletos elevó el tono ya de manera que se torna lírico y vibrante: “Si Venus nació de las ondas del mar, de las solitarias ondas fragorosas de mi sierra nació la Saudade, que es la Diosa del nuevo amor, donde el beso y la lágrima, la vida y la muerte, la remembranza extática y el deseo, la esperanza activa, se funden, originando así un nuevo sentimiento que abarca el pasado y el futuro, la tierra y el cielo, el sentimiento propio, característico de la raza, que ha de traer a las almas la luz evangélica de una nueva fe” .
Y no solo tiene un alcance puramente poético, filosófico y religioso este movimiento intelectual, el saudosismo, sino que tiene un alcance político. Ya hemos visto las consecuencias reformistas en el sentido religioso que deduce Teixeira de Pascoaes del principio por él establecido de manera axiomática de que Portugal no es un país católico, sino religioso . En el orden estrictamente político, los saudosistas no tienen nostalgia alguna del regalismo a lo Maurras, ni sienten la saudade del viejo régimen monárquico, ni cantan himnos a la monarquía caída, ni aun por puro dilettatismo defienden el absolutismo, como un Barbey d´Aurevilly, un Balzac o un Villiers de l´Isle Adam en Francia. Son republicanos netos y demócratas de corazón; son hombres totalmente de su tiempo y acomodados al momento histórico de su raza.
Cantan la raza con un ardor tan insólito que habríamos de ir a recoger ecos semejantes en un D´Annunzio en Italia, en un Barrès en Francia. “Nuestro llamado genio aventurero que hoy se desprecia, así como nuestro temperamento mesiánico, más despreciado aún, son las dos grandes cualidades del pueblo portugués y sólo por su cultivo inteligente, que las revigorice y dirija en un sentido conforme en su esencia y naturaleza, es por lo que Portugal renacerá para una gran vida europea” .
En otro pasaje expresa el proósito capital del saudosismo, que le hace acreedor al respeto de todos los portugueses y aun de todos los nacidos en tierra ibérica: “Dar a la Patria portuguesa la conciencia de su ser espiritual, y dar más relieve, más nitidez y vida a su presencia entre las otras naciones y prepararla, sobre todo, para el cumplimiento de un alto destino” . Y en el prólogo de su folleto capital exclama en tono vibrante (O Espirito Lusitano ou o Saudosismo): “Se ve que llegó el momento de que Portugal reconquiste su independencia moral, tornando a vivir por el espíritu (y solo por su espíritu) y no por la materia, lo que únicamente es propio de pueblos decadentes”.
He aquí, en síntesis, los caracteres primordiales y la esencia del saudosismo, esa nueva orientación intelectual que ha creado en Portugal una literatura nueva y quizá infundirá en el país un espíritu nuevo.
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