Textos rescatados de César Vallejo: «Los mutilados» (1923)

Emilio Quintana
Estocolmo, Suecia

    Reseña | Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi: César Vallejo. Textos recobrados (Lima, Editorial Universitaria, 2009).

 Recibimos en Hallali este libro de Carlos Fernández (Santiago de Compostela, 1981) y Valentino Gianucci (Lima, 1976), que pretende arrojar luz sobre la vida y la obra de César Vallejo desde la perspectiva documental para proponer una nueva relación con lo que tradicionalmente se ha considerado como «testimonios». La obra presenta y reproduce facsimilarmente varios textos hasta ahora desconocidos o poco difundidos de Vallejo que han sido rescatados tras una intensa investigación de archivo, aún en curso.

De los «textos rescatados» por los autores reproducimos aquí una crónica poco conocida escrita por Vallejo en París para la revista Claridad de Santiago de Chile (nr. 119, 22 diciembre 1923, p. 7). Esta crónica nos recuerda inmediatamente la famosa escena final de J´accuse (Abel Gance, 1919). Sobre ella comentan los dos investigadores:

«Al dar una visión más oscura del París de posguerra, «Los mutilados» contrasta con los artículos que por esa fecha Vallejo publicaba sobre la vida parisina en el diario trujillano El Norte, tales como «En Montmartre», «La Rotonda» y «La firma del recuerdo». Además, Vallejo en este texto trata, desde una perspectiva menos metafísica, el tema de la mutilación, que también está presente en su poesma en prosa «Existe un mutilado…».

 «Caminan por las calles de París, cruentos y numerosos, los mutilados. Ya es el padre sin brazos, el hermano con muslo de madera, o el hijo que, al hablar con la madre viejecita, para oirla (sic) tiene que inclinarse aún más que ella; o el esposo que, a su vuelta de las trincheras, una mañana luminosa, al abrazar a la esposa, ya no tuvo más ojos para verla, sino los del recuerdo… Caminan ellos movidos por los mismos humanos devaneos que los demás; pero yo no he visto nunca una sombra más densa e insegura, que la que ellos arrojan sobre el suelo.

Los mutilados van de una avenida a una plaza, de una esquina a un andén, y un halo sangriento les rodea siempre. Talvez (sic) aún hay a sus plantas un poco del aceite de los vastos cementerios, que les imprime el quebrado vaivén de seres que resbalan y resbalan y nunca se incorporan del todo. Sus arzmazones truncos, sus armonías carcomidas parecen mendigar algo, y están a semejanza de tallos, hendidos por los sacudimientos del terreno. Y los demás les miran con la misma indiferencia que a os otros invál idos de cuna, y los ven vagar como cosa tan natural, que no se detiene nadie en su camino. Se ha olvidado ya, talvez (sic), la causa de esas mutilaciones. Los mismos mutilados acaso, también han olvidado el obús fulminante o el gas devorador de los perdidos órganos. Y todavía más: acaso ellos se han olvidado hasta de su forma integral de antes. Las preocupaciones del minuto, a veces pueden mucho.

Mas yo he visto a los niños contemplar largamente a los inválidos. Y he visto una cosa más oscura todavía. En un vagón urbano, una madre que viajaba sentada, con un niño en los brazos, al ingresar un inválido, apoyado en dos zancos, se puso de pie y le cedió el asiento. El niño entonces miró al mutilado de cabeza a pies, y, presa de extraña agitación, se puso a sollozar. El héroe desplegó luego un número de «Le Matin» y empezó a leer mentalmente, reclinado en la banca: «La resistencia pasiva en el Ruhr… Alemania retarda maliciosamente el pago de las reparaciones…».

El tren siguió su marcha, y el llanto de aquel hijo resonaba y crecía entre la jauría de los aceros negros que rodaban.

Y he visto también en otra ocasión caer sobre el lomo de un perro, que conducía una dama inglesa, desde un andamio elevado, un trozo de mármol. El can enfurecido, volvió y se lanzó sobre un mozo que se abrigaba al sol de la mañana, sentado bajo un árbol del boulevar; el animal hincó los colmillos en una manga vacante del hombre, y al mirar a lo largo de ella para adentro, metió el rabo entre las piernas y se alejó lanzando un aullido espantoso e interminable. Una mujer, bella y joven, que pasaba por allí, miró al manco un momento, y él, al advertirlo, hizo una mueca horrible de pudor.

Así van los mutilados por las calles de París. Y yo no he visto nunca una sombra más densa e insegura, que la que allos arrojan sobre el suelo».

Cine : Mata-Hari en España, cinematográficamente hablando

Mayor Reisman
Blog Cine bélico e histórico

Si le pidiésemos a cualquier persona que nos diga diez nombres relacionados con la Primera Guerra Mundial (la Gran Guerra) seguramente el cien por cien de los cuestionados incluiría el de Mata-Hari. Por ello no debe de extrañarnos que la fascinante pero inexperta espía, haya aparecido en numerosas películas, bien como personaje secundario, bien como protagonista. Según la IMDB ha cobrado vida en 24 producciones distintas.

La actriz Asta Nielsen fue la primera Mata-Hari de la pantalla en una película muda de 1920. Pero probablemente la Mata-Hari interpretada por Greta Garbo sea la más famosa y seductora de todas las del celuloide. La MGM realizó una auténtica superproducción llegando a gastar medio millón de dólares en su realización. Greta ganó 7.000 dólares a la semana y el rodaje duró 43 días. Estrenada en 1931 fue un rotundo éxito llegando a recaudar más de 2 millones de dólares en todo el mundo (a día de hoy serían algo más de 30 si ajustamos la inflación). En 1938, con la entrada en vigor del código Hays la película fue censurada en tres de sus secuencias: la escena final del baile en la que la Garbo baila frenéticamente y aparece con la espalda desnuda, otra en la que se ve a Garbo en su habitación vestida con un tenue negligée, y finalmente una secuencia en la que Ramón Novarro la abraza y besa con pasión.

http://youtu.be/mwJHfSvozWY

Aunque lo más llamativo es que dentro de esa lista de 24 películas en las que aparece Mata-Hari hay tres producciones españolas. Se trata de La reina del Chantecler (1962), Operación Mata-Hari (1968) y la serie para la televisión Blasco Ibáñez (1997). Un hecho inusual si tenemos en cuenta que las contribuciones del cine español a las películas ambientadas en la Primera Guerra Mundial son más bien anecdóticas, algo lógico si pensamos que España no fue uno de los contendientes de la conflagración. Incluso nuestra versión de la obra de Blasco Ibáñez Mare Nostrum transcurre en plena Segunda Guerra Mundial. Entonces ¿por qué hay tres películas en las que aparece dicha espía?

En el caso de Blasco Ibáñez, la serie especulaba con la posibilidad de que ambos se hubieran conocido en París. Como ya hemos comentado en otra ocasión la historia de Mata-Hari sirvió de inspiración para la creación del personaje de Freya de su novela “Mare Nostrum”. Fue la actriz Mabel Lozano quien encarnó a Mata-Hari.Con respecto a las dos producciones cinematográficas la razón es que comparten el mismo punto de partida argumental: durante la guerra Mata-Hari viaja entre la neutral Holanda y Francia vía Gran Bretaña y España. De esa forma se evitaba los frentes de batalla.

La reina de Chantecler fue dirigida por Rafael Gil y protagonizada por Sara Montiel, que da vida a “La Bella Charito”. Es el típico musical melodramático de esos años. La cantante será reclutada por los servicios secretos franceses para que les ayude en la captura de Mata-Hari, interpretada por la actriz chino-germana Greta Chi, cuando ésta se encuentre en España. La película sólo es soportable por los fanáticos de Sarita, pero en su tiempo llegó a tener una cierta fama, ya que no sólo ganó un premio del Sindicato, sino que además corrió el rumor de que era la primera película que no había sido obligada a pasar la censura. Supongo que los espectadores esperaban ver algunas escenas «subidas de tono» por parte de la famosa manchega, aunque debieron de sentirse defraudados.

Mucha mejor trama argumental tiene Operación Mata-Hari. En esta ocasión fue la vedette Carmen de Lirio la encargada de dar vida a la espía. Estrenada en 1968, se trata de la única producción española totalmente ambientada en la Gran Guerra. Dirigida por Mariano Ozores y protagonizada por la pareja formada por Gracita Morales y José Luís López Vázquez, es la típica comedia española de aquellos años.

La cinta es parte de una tetralogía formada por Operación cabaretera (1965), Operación secretaria (1967) y Objetivo Bi-ki-ni (1968). Se trata de una parodia bastante ingenua de las clásicas películas de espías. Como era de esperar, Gracita Morales interpreta a una chacha, en este caso la de Mata-Hari. Cuando ésta desaparece porque se fuga con un amante, Gracita se verá obligada a sustituirla. López-Vázquez da vida al coronel von Faber, jefe del espionaje alemán que acabará prendado de los encantos de la chacha metida a espía. Entre otros intérpretes encontramos a José Luis Coll y a José Sacristán. A pesar de ser una «españolada» hay que reconocerle cierto mérito a estas películas realizadas con cuatro duros y con mucho desparpajo. Mariano Ozores simplemente parodia a grandes producciones de suspense como 39 escalones o Con la muerte en los talones. Tenemos a la chacha normal que está en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Sobre «Rites of Spring. The Great War and the Birth of the Modern Age», de Modris Eksteins

Bertrand Rickenbacker
Gymnase de Beaulieu, Lausanne
Traducción del francés: Emilio Quintana

Dosier Modris Eksteins (Hallali, nr. 7, 2010)

    Reseña del libro Le Sacré du printemps. La Grande Guerre et la naissance de la Modernité (París, Plon, 1991), traducción francesa de Rites of Spring. The Great War and the Birth of the Modern Age", de Modris Eksteins. Publicada en la revista Résister et Construire. Bulletin de combat et de reconstruction chrétienne, nr. 47-48 (noviembre-diciembre 2000, pp. 61s).

3637028016_c1526885c3_mEste libro se propone rehacer la historia de la Primera Guerra Mundial poniendo en evidencia la relación existente entre dicho período histórico y el advenimiento de la Modernidad. La tesis principal del autor es que «la Gran Guerra se convirtió en el eje en torno al que ha venido girando el mundo moderno» (p, 278) ya que los cuatro años de guerra provocaron profundas modificaciones tanto en las sociedades occidentales como en las conciencias individuales. Los puntos de referencia de las sociedades tradicionales no lograron resistier a las tensiones de esta primera guerra total; además, la desproporción entre sacrificios consentidos y beneficios obetenidos (incluso entre los vencedores) conducirá a la generalización de modos de pensamiento modernos. En el último capítulo, el autor se esfuerza por mostrar que el advenimiento de estos nuevos modos de pensamiento y vida facilitaron la ascensión del nazismo y, por tanto, prepararon el terreno a la Segunda Guerra Mundial.

La originalidad de esta obra no reside, sin embargo, en esta idea general, por interesante que sea, sino más bien en dos tesis inhabituales que merecen toda la atención del lector. La primera tesis se resume en esta cita:

La noción de vanguardia (nota del reseñista: intelectual o artística) tiene connotaciones positivas, mientras que la visión de un ejército en campaña horroriza. Pero acaso haya entre ambas expresiones una relación de parentesco que vaya más allá de su común origen militar. La introspección, el primitivismo, la abstracción y la fabricación de mitos se dan tanto en las artes como en la política«. (p. 12)

Tomando como base numerosas fuentes históricas, tanto artísticas como políticas, el autor muestra que el desencadenamiento y desarrollo de las dos guerras mundiales tiene más relación con una introduccón de las tesis vanguardistas y modernistas que con un resurgimiento de antiguas barbaries.

La segunda tesis original del autor es que Alemania, elemento motor en el desencadenamiento de las dos guerras mundiales, no era, como se ha pretendido a menudo, una nación atrasada (con respecto a los otros países occidentales), sino todo lo contrario, una nación en primera línea del modernismo, de la Modernidad. El autor basa su tesis principalmente en una comparación detallada entre los sistemas de valores dominantes a principios del siglo XX en Inglaterra y en Alemania. De esta comparación resulta que Inglaterra se percibe a sí misma como garante de los valores del pasado que han hecho la grandeza de Occidente, mientras que Alemania tiende a encarnar la lucha por el advenimiento de un mundo nuevo, en absoluto ajeno al que reclaman por entonces las vanguardias intelectuales y artísticas.

Rites of Spring no es una obra sin defectos (contiene algunos errores históricos, así como cierta tendencia a la generalización abusiva), pero tiene el mérito fundamental de hacer reflexionar al lector sobre conceptos como modernismo, vanguardia, Modernidad. Estos conceptos se encuentran todavía hoy muy a menudo con un prejuicio favorable que no merecen. Es indespensable, para un cristiano, tener la capacidad de distanciarse de lo que representan estos conceptos, bajo pena de traicionar la visión bíblica de la realidad. Al mostrar que la Modernidad, lejos de encarnar el advenimiento del Bien y la Sabiduría, es igualmente portadora de barbarie, el libro de Eksteins ayuda al lector a alejarse de ese ídolo mayor de nuestro tiempo: el culto a lo nuevo. Nos abre de este modo la vía a una lectura cristiana consecuente y coherente de este mundo que es el nuestro.

Primera traducción de Jorge Luis Borges al húngaro: el poema “Oroszország” (“Rusia”) publicado en MA (1921)

Emilio Quintana Pareja
Estocolmo, Suecia

Esta es la primera vez que se publica la traducción al húngaro que Gáspár Endre hizo en la revista MA. Aktivista Folyóirat de Viena (Ma – 6, évf. 9, sz. 15 sept. 1921, p. 122) del poema de Jorge Luis Borges «Rusia», publicado un año antes en la revista Grecia (nr. 48, 1 sept. 1920, p. 7)

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Hemos tenido acceso al original de MA, con cubierta de Moholy-Nagy en verde y en cuya contraportada se lee: “Jorge-Luis Borges: Vers”.

No sabemos cómo llegó el poema de Borges a Viena -ciudad en la que se habían exilado los vanguardistas húngaros de MA, con Lajos Kassák al frente. Lo más lógico es que lo trajera desde Madrid el polaco Tadeusz Peiper, que por aquellas fechas se encontraba en Viena en contacto con Kassák, Bortnyik y el resto de activistas húngaros en el exilio que publicaban MA.

El motivo de su publicación en MA, sin embargo, es claro, ya que se trataba de una revista de simpatías bolcheviques, y debemos tener en cuenta que Borges llegó a planear por entonces un libro que llevaría por título «Los salmos rojos» o «Los ritmos rojos», compuesto por una veintena de poemas, en verso libre y en homenaje a la revolución rusa. «Rusia» es un canto bolchevista, internacionalista y muy influido por el expresionismo que encajaba perfectamente en la revista húngara. No analizo la traducción porque no tengo idea de húngaro.

Tanto esta versión en húngaro como la francesa de Jacques Lothaire (1922) -que daremos a conocer en un artículo sobre la vanguardia madrileña y catalana en Bélgica para la revista 1611. Revista de Historia de la Traducción) consta de 12 versos (por tanto, no parece basarse en la publicación en original en prosa sino en la versión autógrafa en verso, comprimiendo los dos versos sangrados en uno).

¿A qué se debe esta coincidencia entre las versiones en verso húngara y francesa, frente a la publicación en prosa de Grecia y el manuscrito original del que se eliminan los sangrados?

Estos son los poemas:

RUSIAGrecia, Sevilla, III, 48, 1 sept. 1920, p. 7 (Texto y foto cortesía de Anna Gargatagli)

    La trinchera avanzada es en la estepa un barco al abordaje con gallardetes de hurras: mediodías estallan en los ojos. Bajo estandartes de silencio pasan las muchedumbres y el sol crucificado en los ponientes se pluraliza en la vocinglería de las torres del Kreml (sic). El mar vendrá nadando a esos ejércitos que envolverán sus torsos en todas las praderas del continente. En el cuerno salvaje de un arco iris clamaremos su gesta bayonetas que portan en la punta las mañanas. (ver comentarios)

OROSZORSZÁGMa, 6, évf. 9, sz. 15 sept. 1921, p. 122

    Az elöveritt futóárok sivatagban kikötö bárka
    hajrás lobogókkal
    Delek fröccsentenek a szemekbe
    Csendzászlók alatt marsolnak a tömegek
    És a nyugaton keresztrefeszitett nap
    megsokszorozódik a Kreml tornyainak zsibajában
    A tenger usztatja majd elö ezeket a regim enteket
    melyek torzóikat belegöngyölik
    a kontinens összez tereibe
    Egy szivárvány vad kürtjébe harsogjuk tettüket
    bajonettek
    melyek hegyükön a reggeleket hozzák.

    Ford. Gáspár Endre

Las armas y las letras en las trincheras. Correspondencia entre Philéas Lebesgue y Edmond Adam (1917-1918)

François Beauvy
Président de la Societé des Amis de Philéas Lebesgue
Traducción del francés: Emilio Quintana

    Capítulo II - "De una guerra mundial a otra" (213-219) del libro de F. Beauvy: Philéas Lebesgue et ses correspondants en France et dans le monde de 1890 a 1958.

3637028016_c1526885c3_mLa Primera Guerra Mundial marcó profundamente a las generaciones que la vivieron. La mayor parte de los que mantuvieron correspondencia con Philéas Lebesgue fueron mobilizados y combatieron, de George Duhamel a Emile Guillaumin, de Alphonse de Châteaubriant a Louis Pergaud, por citar solamente a algunos de los más conocidos. Los hubo que, como Pergaud, perdieron la vida en ella. La “Association des écrivains combattans” hizo una lista con 560 escritores “muertos por Francia” y grabó sus nombres en 1927 en el Panthéon.

Philéas Lebesgue, que no era lo bastante joven como para que lo mandaran al frente –tenía 45 años en 1914- permanece en su pueblo. Era el alcalde desde 1908 y, con este título, se encarga de todas las tareas reglamentarias en tiempo de guerra. Esta penosa experiencia le inspira dos libros: Le Char de Djaggernath y La Grande Pitié, que se publican tras el conflicto. Hemos encontrado dos cartas de Philéas Lebesgue, escritas a sus corresponsales durante este período, que muestran lo que siente. La primera (21 febrero 1915) lleva el membrete del Mercure de France y va dirigida a un colega italiano: “Se dice que los pueblos tienen el gobierno que merecen; en todo caso, uno se acostumbra a juzgarlos según los actos de sus gobernantes. La virtud alemana, en tal caso, se ha manifiestado mil veces más indigna que la famosa corrupción francesa. Pero, ¿qué importa? Creo que se puede decir ya (…) que el pueblo de Francia vale mucho más que sus gobernantes, y la batalla del Marne nos ha mostrado los profundos recursos morales que subsisten en nosotros. Ni yo mismo podía haberlo previsto”. Philéas Lebesgue se pone siempre del lado del pueblo: “Nuestra causa francesa, hoy más que ayer, representa la causa de los pueblos. Y nuestro pueblo no tiene otra ambición que la de vivir libre y pacífico. Para convencerse basta con leer las cartas de nuestros soldados”. La segunda carta de Philéas Lebesgue (2 enero 1916) se dirige a un desconocido: “Yo no soy en absoluto un civil cualquiera, perdone la inmodestia, en el sentido de que vivo muy poco en el ambiente de los periódicos o las conversaciones, y que interrogo a cada instante a la vida misma en lo que me puede ofrecer de más inmediato. Y como usted, ya no me siento seguro de nada y no tengo el valor de afirmar nada”. Constata: “El cerebro humano parece de naturaleza invariable, pero no hace falta rascar mucho la piel del hombre civilizado para hacer aflorar al hombre de las cavernas”. Sin embargo, mantiene la esperanza: “Por lo demás, maldito sea el que sienta el desgarro del supremo jirón de sus ilusiones. En cuanto a mí, que albergo a veces los más siniestros y descorazonadores pensamientos, siento la necesidad de tejer a cada instante la bandera de la Esperanza. ¿Cómo vivir sin ella?”.

Desde septiembre de 1914, Philéas Lebesgue mantiene correspondencia con numerosos “poilus”, muchos de ellos escritores y poetas. Entre los más asiduos, hay que citar a François Jaffrennou, pero también a Léon Balzagette, compañero en el Mercure de France y traductor de Leaves of Grass de Walt Whitman. Le escribe también con regularidad el novelista satírico y rebelde George David que, en sus escritos de posguerra, se refiere a lo que ha vivido como “la gran marranada” o “la sagrada marranada”. Pero la correspondencia más emotiva, tanto por su contenido como por la forma en que termina, es sin duda la que mantiene con el poeta Edmond Adam, que escribió poemas y un ensayo entre dos asaltos, en el fondo de la misma trinchera, antes de someterlos a Philéas Lebesgue, al que había tomado como modelo.

La primera carta de Edmond Adam, con el grado de aspirante, llega del frente el 3 de junio de 1917: “Me apresuro a darle las gracias de todo corazón por la crítica elogiosa que se ha dignado hacer de mi modesto soneto en alemán (…) Debo confesarle, para mi gran vergüenza, que mi pequeña vanidad se hincha desmesuradamente cuando leo con avidez sus complacientes líneas que me cubren de flores. La verdad es que no he estudiado más alemán que el necesario para pasar el bachillerato”. Los inicios prometedores de Edmond Adam son también reconocidos por el autor de Cyrano: “En francés tengo el crédito que me valieron en su día los elogios de Edmond Rostand, al que le mandé una balada”. La carta de Edmond Adam termina con una petición: “Me atrevo a pedirle que me examine un rondel recién nacido de estilo medieval. Pero sé demasiado bien lo molestos que son esos malditos poetas que quieren a toda costa que se lean sus versos”. Philéas Lebesgue no supo nunca decir que no. De modo que acepta. El 10 de junio siguiente, Edmond Adam escribe: “He sobrepasado la facultad que me concede su amabilidad: en vez de un rondel, le mando dos”. El 22 de junio, le agradece su “benévola crítica” y le habla de su proyecto de “acometer una renovación de la poesía dramática”. Precisa: “Le voy a revelar el secreto de mi descubrimiento, suplicándole que lo guarde celosamente (…) Quiero aportar al teatro una correspondencia más estrecha entre las ideas, los sentimientos y las situaciones, por una parte, y la expresión, por otra. Se trata de que el estilo siga todas las inflexiones del pensamiento, bien armoniosamente y a través de transiciones flexibles, bien bruscamente –en los golpes de teatro-, usando para ello todos los recursos de la expresión verbal; de los poemas de forma fija (para el adorno) a la prosa más ruda (para la brutalidad y las bellaquerías), pasando por el elegante verso libre para expresar los bellos sentimientos”.

Edmond Adam no escribe de nuevo hasta el 25 de diciembre de 1917. Explica: “En este momento estamos en Avignon por un período de 15 días trabajando en un puente sobre el Ródano y sufrimos mucho de frío y de viento. Volveremos a Versalles hacia el 7 de enero, para pasar los exámenes y, tras un breve permiso, habrá que volver al frente hacia nuevos e inclementes destinos. Este último mes en Versalles ha sido tan tormentoso para nosotros que me ha sido absolutamente imposible hacerle sitio a ningún pensamiento literario”. El 25 de julio siguiente, le agradece a Philéas Lebesgue sus cartas plenas “de ese ánimo literario que para los jóvenes supone un tónico tan potente!”. Añade: “Sí, siguiendo su consejo, procuraré publicar un libro de versos después de la guerra”. Al sentirse alentado, perservera: “Estos días trabajo ardientemente en el plan de una obra de teatro para la que que me he inspirado en un hecho real: una dama había recibido oficialmente a través de varias fuentes, al principio de la guerra, la noticia de la muerte heróica de su marido, del que tenía un hijo. A instancias de sus padres, unos meses después, se casa con un buen hombre del que se ha enamorado, sobre todo después de quedarse embarazada. Unos días más tarde, le anuncian que su marido vuelve desde Alemania, gravemente herido”. Por lo demás, Edmond Adam adjunta un breve ensayo para el que desea conocer la opinión de Philéas Lebesgue. El 15 de agosto de 1917, estando de permiso, escribe: “He aprovechado el tiempo libre para trabajar (…) la técnica del verso libre. Con este objeto, he leído con avidez su Au delà des grammaires (en particular el capítulo dedicado a las leyes orgánicas del verso) y las Notes sur la Technique poétique de Vildrac y Duhamel”. Ha leído también pasajes del Cloître y de Hélène de Sparte de Verhaeren, y saca esta conclusión: “Este verso libre me parece bien poco, porque atiende todavía a demasiadas directivas, y el verso libre con el que yo sueño (…) no tendría más que una guía: la Harmonía, cuyo instrumento de medida es el oído. Me he convertido en un libertario”. Ha empezado su obra de teatro, “que podría llevar por título L´Insoluble” y de la que dice: “Tengo ya esbozadas algunas escenas. Someto a su juicio una de ellas”. Esta escena, redactada según la interesante técnica que ha elaborado, es reveladora de la desesperación de Edmond Adam, al final de la carta, informa: “Salgo para las trincheras pasado mañana”. En sus primeras líneas encontramos estas palabras: “Muerto en esta guerra infame – concurso de muertes, de asesinatos…”, y estos versos:

¿Cómo?
¿Ha muerto por la Humanidad?
¡Una humanidad en la que se degüella!
¿Ha muerto por la Libertad?
¡Una libertad que obliga a las buenas gentes a matar!

El 28 de agosto de 1917 escribe: “!Que gran bienestar me han proporcionado sus dos cartas tan cordiales, tan benevolentes! Me hacen sentir querido, cosa rara en este mundo, y –cosa más rara aún- me hacen sentir comprendido”. Felicita a Philéas Lebesgue por su obra, le habla de lo preciosos que le son sus consejos, y añade: “Le quiero como un hijo, pues usted me ha adoptado en un momento de cambio en mi evolución literaria (…) Me he sentido dulcemente conducido, bajo el dulce calor de sus elogios y sus votos, al gusto nuevo del verso dinámico que aún ignoraba totalmente hace algunas semanas. He comprendido, he sentido y soy un adepto ferviente, hijo de usted en Letras”. Edmond Adam añade: “Sueño con innovaciones audaces. Esta noche, durante unos minutos, toda mi profesión de fe poética ha cruzado mi cerebro; y no he podido evitar tomar al vuelo nota de algunas ideas que podrían constituir una poética. Mi poética, bajo el título de Le Néostiche et le verbe intégral”.

En adelante, Edmond Adam, a pesar de las alertas y los terribles combates, desde el fondo de la trinchera, va a elaborar su ensayo y a escribir sin pausa poemas y breves piezas teatrales contra la guerra, una guerra que hace con gran sentido del deber, pero a su pesar. Todo lo que piensa y escribe, se lo confía a Philéas Lebesgue, al que previene así el 31 de agosto de 1917: “En unas horas voy a trocar la pluma por la espada, interrumpiendo mis queridos pensamientos. Si no volviera, este artículo –que, por lo demás, es el hijo de este discípulo suyo- será de su absoluta propiedad. Pero espero que…”. El 2 de septiembre, 24 horas antes del asalto previsto, le envía un plan de su ensayo, siete páginas, que acaba con una glorificación de la poesía contra “los que se aprovechan” de la guerra y prosperan “en las tierras de los explotados”. Y el 4 de septiembre escribe: “Me he salvado. Ayer por la noche hicimos una incursión enorme (…) Hemos tomado más de 80 prisioneros y muchas metralletas. Mi sección ha hecho saltar por los aires tres refugios y dos observatorios de los boches. Yo he cargado, revólver en mano, en primera línea de asalto junto a los granaderos de élite de la División. Teníamos que recorrer 700 metros bajo la metralla. Todo ha ido bien, con pocas pérdidas por nuestra parte. Estoy contento”. El 14 de septiembre le hace llegar fotos tomadas antes y durante la batalla, con un poema titulado “Les deux Frances” (sic) en el que fustiga al emboscado, “ce cynique, à morgue empanachée”.

El 10 de noviembre siguiente, le envía el esquema de un drama que acaba de escribir, Viviré, un título que revela sus esperanzas y temores. Ha podido estudiar el libro de Robert de Souza sobre Le Rythme en français, del que ha “sacado cosas verdaderamente maravillosas”, y ha “leído también artículos de André Spire publicados en 1912 y 1914 en el Mercure de France y en L´Effort libre”. Tras algunos meses en la “École des éleves officiers” de Versalles, se le nombra subteniente y manda una carta (27 enero 1918) desde La Roche-sur-Yon, donde está de permiso “antes de salir de nuevo para el frente”. El 13 de marzo le responde a Philéas Lebesgue: “Me pide usted que le hable de mis proyectos literarios. ¡Uf! Son inmensos, y no debo olvidar que, tras la guerra, dispondré todavía de menos tiempo que ahora, pues tendré que trabajar para vivir, y soy técnico de Caminos y Puentes, funcionario!!!”.

Sigue trabajando en su “manifiesto literario”, que le manda a Philéas Lebesgue el 2 de mayo de 1918. El 10 de mayo le contesta con una carta de agradecimiento: “Le estoy infinitamente reconocido por las justas indicaciones que me hace a propósito de mi ensayo sobre el Verbe intégral”. Philéas Lebesgue le ha propuesto la posibilidad de publicar el manifiesto en el Mercure de France, a lo que Edmond Adam responde: “En cuanto al Mercure de France, si bien la perspectiva que pone ante mis ojos es tentadora, preferiría renunciar a priori antes que tener que adoptar una forma objetiva y didáctica, que sería opuesta al espíritu y al objeto de mis investigaciones, esencialmente subjetivo y libertario. Y sin embargo, siento un vivo deseo de publicar este opúsculo, que me parece que ha de estimular a los espíritus creativos”. El 16 de junio siguiente, se encuentra en un sector “en plena agitación de alerta” y escribe: “Vivimos horas febriles. Sin embargo, al albur de los acontecimientos, he podido sacar tiempo por la noche para elaborar un apéndice ingenioso a mi ensayo sobre la “Néostiche”, en el que justifico mis reivindicaciones con citas de Boileau (¡el mismo!), Ronsard, La Fontaine, Verhareren, etc…”. El 22 de junio le manda el trabajo: “Con ésta le envío los apéndices que, siguiendo su buen criterio, he resuelto añadir a mi ensayo sobre el “verbe intégral”. ¿Sería abusar demasiado de su extrema bondad, si le pido que me indique aquello que a usted le parezca reprensible?. El 2 de julio vuelve a enviarle nuevos poemas y le pide “un insigne favor”: “¿Me atreveré? … En fin, un prefacio para la “néostiche” y el permiso para dedicarle este humilde ensayo. ¿Abuso de su benevolencia?”. Philéas Lebesgue acepta escribir un prefacio para su ensayo. El 10 de julio le declara: “Mi dedicatoria es un acto de profunda gratitud por todo lo que le he tomado prestado, por todas las fecundas ideas que usted ha hecho germinar en mi espíritu, por toda la benevolencia y los preciosos consejos que usted me ha prodigado”. Pero alberga temores ante un futuro inmediato: “Vivimos hoy en día en una atmósfera tan cargada de tormentas listas para desencadenarse, que he creído más prudente enviarle la copia de mi obra sobre el “verbe intégral” a Maurice Wullens”.

Los acontecimientos se precipitan. El 23 de julio de 1918 escribe: “Vengo de pasar una semana terrible, con la misión de defender un pueblo y de morir allí mismo antes que ceder una pulgada de terreno. Hemos parado otra vez la avalancha, consiguiendo una rutilante victoria sobre el enemigo. Nuestras pérdidas son sensibles. Un cuarto de los hombres de mi C(ompañ)ía faltan a la hora de formar. Pero los que quedan tienen el alma entusiasta y ardiente de los vencedores”. En post-scriptum, Edmond Adam pregunta: “¿Ha visto usted cómo ha mutilado la Censura mis últimos poemas?”. El 25 de julio, declara: “Me gustaría que los lectores de la “Néostiche” pudieran, a través de la forma un poco nebulosa que conscientemente he adopado, extraer las ideas principales del ensayo, y que se vieran provechosamente emocionados”. El 5 de agosto, habla de su fatiga: “Estamos tan agotados mentalmente por el trabajo que tenemos que hacer, así como por el acoso de la artillería enemiga, que un día nos vamos a volver locos (…) Ya no tenemos descanso, ay. Después de 6 días de “farniente”, hemos vuelto al país de las angustias y los sufrimientos”. Por gusto, y puede que también para evitar la censura, Edmond Adam publica, en la revista de Wullens, lo que llama “poemas posmedievales”. Añade: “Al malvado censor le he dedicado un irónico Rondeau publicado en el nr. 3 de Humbles, pero el imbécil me lo ha censurado también creyendo servir a su Patria con la destrucción de 3 versos que no eran de su gusto personal. Son estos:

… Or, si ces piés icy me veult faucher
Les luy mettray où ne fault que je die
Ou mien Censeur!

Esta carta será la última. Diecisiete días más tarde, el 22 de agosto de 1918, un correo de su amigo y camarada de combate Marcel Lebarbier, que Edmond Adam cita a menudo en sus cartas, nos hace comprender que lo han herido gravemente: “El estado de salud de nuestro amigo Edmond Adam ha empeorado esta noche. Por la mañana el médico ha considerado que estaba agonizando. Durante el día su estado ha permanecido estacionario. No se ha perdido aún toda esperanza. ¡Ah, si pudiera salir de ésta! En ningún momento ha recobrado la conciencia”. Pero el 28 de agosto, Lebarbier envía una nueva carta: “!Ya está, se acabó! Nuestro amigo se ha extinguido hace dos días. No le he podido escribir antes. Perdóneme… Mi corazón está de duelo. Le escribiré más tranquilamente en cuanto tenga un momento”.

Le Néostiche et le verbe intégral, la obra a la que Edmond Adam consagró lo esencial de sus fuerzas morales durante el último año de su vida, en un entorno hostil, se publicará cuatro meses después de su muerte, en enero de 1919, en un número especial de Humbles, con prefacio de Philéas Lebesgue.

Poemas inéditos de Salomón de la Selva

Luis Bolanos nos envía este poema inédito de Salomón de la Selva, publicado en un periódico de Texas en 1919. Son versos cargados de una sensualidad característica de su poesía en inglés de esta época:

    The Wharves of God

    I will discover all of you some day.
    In a cool darkness, if so Heaven wills,
    My fingers shall be flocks over your hills,
    My kisses birds that light and flash away:
    And in a rose bay fringed with goldenrod,
    Beyond a sea most infinitely deep,
    I’ll ride at anchorat the port of sleep
    And stand, a man, before the wharves of God!

    All this shall be when earth and sea and sky
    Have claimed your every loveliness they gave;
    Their beauty, touched of you, will hidden lie
    In perfectness that only I shall know.
    Until that day, the world’s paths or the grave
    All’s one to me, the selfsame daily woe.

Published by the Laredo Times newspaper on July 6th 1919.

Del “soldado de Nápoles” a la “dama española”. La pandemia de 1918

Manuel Sánchez
Departamento de Producción Vegetal y Microbiología
Universidad Miguel Hernández

En 1918, cuando medio mundo aún estaba destruyéndose en las trincheras, apareció una enfermedad que iba a causar muchas más muertes en un sólo año que toda la Primera Guerra Mundial en sus cuatro años. Esa enfermedad llegó a ser conocida como “dama española” (Spanish Lady) y su recuerdo ha vuelto a nuestras mentes con la reciente pandemia de la llamada nueva gripe A H1N1 (1).

Es fácil comprobar que las enfermedades tienen un alto impacto social y cultural. Este impacto es mayor cuanto más grave y mortal es dicha enfermedad. Cualquier visitante del Museo del Prado se habrá parado a contemplar más de la cuenta el cuadro “El triunfo de la muerte” (2). El pintor Pieter Brueghel se inspiró en la terrible mortandad que causó en la Europa de finales del siglo XIV tanto las guerras de religión como las epidemias de peste que solían acompañarlas. Sin embargo con la pandemia de gripe de 1918 no ha ocurrido nada semejante, en parte debido a su brevedad y a su coincidencia con el desastre bélico.

No era la primera vez que el mundo sufría de una epidemia de gripe, fueron famosas las de 1847 y 1889, pero sí de una tan devastadora. Aún se debate dónde se localizó el origen de dicha enfermedad, pero los mejores indicios parecen apuntar a que en el primer trimestre de 1918, en algún campamento militar en los Estados Unidos, se dieron las condiciones ideales de hacinamiento para una fácil y rápida dispersión del virus (3). Desde los Estados Unidos viajaría a los frentes de batalla de Europa y de allí al resto del mundo.

El nombre de “gripe española” tiene un curioso origen. A causa de la situación bélica, la alta mortalidad producida por dicha enfermedad fue silenciada por la censura. Dichas medidas fueron tomadas tanto en el bando de los Aliados como en el de los Poderes Centrales. Así que los únicos países en los que dicha enfermedad se convirtió en una noticia para la prensa fueron los países neutrales. Y España era el más importante de estos últimos. El 29 de junio de 1918, el Doctor Martín Salazar, director del Departamento de Salud, informaba a la Real Academia de Medicina de Madrid que no tenía ninguna información sobre una epidemia de gripe en el resto de Europa. De esta forma, España se convertía en el primer país del mundo en reconocer dicha epidemia de gripe y como los periódicos nacionales no hacían más que hablar de la enfermedad, el resto del mundo creyó que se había originado aquí (4).

Hubo tres oleadas de gripe. La primera fue la de marzo de 1918. La segunda fue la más grave causando la mayor parte de las muertes y duró desde agosto hasta noviembre de 1918. La tercera se dio a principios de 1919. Los periódicos españoles informaron de las muertes ocurridas en la primera oleada, y curiosamente también intentaron darle un nombre extranjero. La llamaron “el soldado de Nápoles” porque apareció cuando en los teatros se representaba la Canción del Olvido de José Serrano. Otra denominación con la que fue bautizada en sus primeras fases fue la de “la enfermedad de moda” (4).

Llama la atención que la mortalidad que produjo la gripe en Europa pasó casi desapercibida para la sociedad. La gente parecía haberse acostumbrado a las altas cifras de fallecidos que había causado el conflicto, sobre todo entre los jóvenes. El único de los países beligerantes en el que la gripe se convirtió en un tema social importante fueron los Estados Unidos. La gripe causó 675.000 muertes sobre una población de 100 millones de habitantes. Hubo comunidades del interior en las que se tuvieron que excavar fosas comunes con excavadoras. Como era de esperar, este acontecimiento se reflejó en la producción artística de dicha sociedad. La obra norteamericana más famosa sobre dicha época es Pale Horse, Pale Rider, tres novelas cortas escritas por la ganadora del Pullitzer, Katherine Anne Porter. Sin embargo, aún hoy el recuerdo de la gripe española perdura en su literatura. El escritor de best-sellers Stephen King imaginó un fin del mundo causado por un virus de la gripe en su novela “Apocalipsis” (The Stand).

Entre los países no beligerantes europeos, España fue el más afectado por la enfermedad. Se estima que la pandemia de gripe provocó la muerte de más de un cuarto de millón de españoles, un 1’5% de la población total de la época (5). Los periódicos informaron de la epidemia desde la primera oleada. Casi la mitad de dichas muertes ocurrieron durante el mes de octubre de 1918. La enfermedad llegó a España a través del constante flujo de emigrantes portugueses y españoles que usaban el tráfico ferroviario para volver a su país desde la vecina Francia. Hay una superposición entre el mapa de aparición de casos de gripe y el mapa ferroviario de esa época. La expansión de la epidemia se vio incrementada por un aspecto de la idiosincrasia cultural de nuestro país. La primera oleada llegó a Madrid en vísperas de la celebración de las corridas de San Isidro y la llegada de la virulenta segunda oleada coincidió con la celebración de numerosas fiestas patronales en las que se reunían grandes multitudes (6). El Dr. García Durán, jefe de salud de Valladolid, describió como la enfermedad apareció en la provincia tras la celebración de la festividad de San Antolín en Medina del Campo (4, 7). Para empeorar las cosas, se convocaron oficios religiosos multitudinarios para rogar por el fin de la enfermedad, lo que provocó un aumento de los contagios. En algunas áreas la mortalidad fue elevadísima, así por ejemplo en la ciudad de Zamora llegó a alcanzarse una tasa de mortalidad de 10 muertes por cada 1000 habitantes (3, 7). La situación fue tan grave que se utilizaron en el papel de voluntarios médicos a los estudiantes de medicina. En los periódicos de la época, como es el caso de “El Sol”, “ABC” o “La Vanguardia”, llegó a haber secciones fijas dedicadas a dicha enfermedad (6, 8). En el vecino Portugal, el número de muertes fue de 60.000, contándose entre ellas el pintor modernista Amadeo de Souza-Cardoso.

La enfermedad también afectó gravemente a los países iberoamericanos siendo los más afectados Guatemala, México y Brasil (9 – PDF). En México la enfermedad llegó a través de la frontera con su vecino del norte. Con una población estimada de 14 millones de habitantes, se estima que el número de muertes fue de trescientas mil aunque hay datos de que se pudo llegar al medio millón. La tasa tan alta de mortalidad tuvo bastante que ver con el hecho de que México acababa de salir de su última guerra civil y gran parte de las infraestructuras de salud pública estaban destruidas (10). En el cono sur, la enfermedad llegó a través de un barco que arribó a Río de Janeiro y luego a Buenos Aires. En Brasil hubo poblaciones en que se llegó a alcanzar unas tasas de mortalidad del 2%. Fue en dicho país donde la epidemia tuvo el mayor impacto social, ya que se utilizó como arma política contra el gobierno de Wenceslau Braz. Los periódicos llegaron a rebautizar la enfermedad como “el mal de Seidl” (PDF) en referencia a Carlos Seidl, director de Salud Pública, que se vio forzado a dimitir (11). Su influencia política no acabó ahí. Rodrigues Alves, recién elegido presidente de Brasil, murió de gripe antes de haber tomado posesión del cargo y tuvo que ser sustituido por Delfim Moreira.

BIBLIOGRAFIA Y ENLACES
Los enlaces están activos en el texto del artículo

1. http://curiosidadesdelamicrobiologia.blogspot.com/search/label/Gripe
2. http://www.museodelprado.es/coleccion/galeria-on-line/galeria-on-line/zoom/1/obra/el-triunfo-de-la-muerte/oimg/0/
3. Jeffery K. Taubenberger y David M. Morens. 1918 Influenza: the Mother of All Pandemics. Emerging Infectious Diseases. Vol 1: 15-22. 2006 http://www.cdc.gov/ncidod/eid/vol12no01/05-0979.htm
4. The Spanish influenza pandemic of 1918-19. Editado por H. Phillips y D. Killingray. Editorial Routledge. 2003
5. Antoni Trilla, Guillem Trilla, y Carolyn Daer. The 1918 “Spanish Flu” in Spain. Clinical Infectious Diseases. Vol 47: 668-73. 2008. http://www.journals.uchicago.edu/doi/full/10.1086/590567
6. María Isabel Porras Gallo. Una ciudad en crisis: la epidemia de gripe de 1918-1919 en Madrid. Universidad Complutense de Madrid. 1994
7. Beatriz Echevarri. La Gripe Española la pandemia de 1918-1919. Centro de Investigaciones Sociológicas. 1993
8. http://comunidad.lavanguardia.es/component/20081018/169100/el-ano-de-la-gripe-espanola.xhtml
9. N.P.A.S. Johnson y J. Mueller. Updating the Accounts: Global Mortality of the 1918–1920 “Spanish” Influenza Pandemic. Bull Hist Med;76:105–15. 2002 http://birdflubook.com/resources/NIALL105.pdf
10. Rafael Valdez Aguilar. Pandemia de gripe. Elementos No. 47, Vol. 9, pp 37. 2002. http://www.elementos.buap.mx/num47/htm/37.htm.
11. Goulart, A. da C.: Revisiting the Spanish flu: the 1918 influenza pandemic in Rio de Janeiro.História, Ciências, Saúde — Manguinhos, v. 12, no. 1, pp. 1-41, Jan.-Apr. 2005. http://www.scielo.br/pdf/hcsm/v12n1/en_06.pdf.

Salomón de la Selva (1919)

Pedro Henríquez Ureña
El Fígaro, La Habana, 6 de abril de 1919, año XXXVII, número 12

Cartas recientes me anuncian que Salomón de la Selva ha sobrevivido a la Gran Guerra. Son tantos, aun para quienes hemos nacido en países que no tomaron parte en el conflicto, los amigos y los conocidos que han muerto, o de quienes no se tienen noticias aún, que cabía abrigar temores sobre la suerte del poeta.

Salomón de la Selva se había alistado en el ejército de Inglaterra a mediados de 1918, cuando acababa de publicar su primer libro de versos en inglés. Desde mediados de 1917, estaba pronto a entrar en filas, a pelear en la guerra justa: en el training camp había conquistado el derecho a ser teniente; pero el ejército de los Estados Unidos se mostraba reacio a admitirlo si no adoptaba la ciudadanía norteamericana, y el poeta declaró que no abandonaría la de Nicaragua. Al fin, hastiado de gestiones inútiles, se alistó como soldado en el ejército de Inglaterra, patria de una de sus abuelas. Después del aviso de su llegada a Europa, las noticias faltaron durante meses; ahora sabemos que se halla cerca de Londres, y que de cuando en cuando visita los centros de reuniones literarias, donde se le acoge con interés.

Salomón de la Selva nació en León de Nicaragua, hace poco más de veinticuatro años. Cuando contaba doce, llegó a los Estados Unidos, y bien pronto, con rapidez infantil, adoptó el inglés en lugar del castellano, como lengua para sus incipientes ejercicios literarios. Durante unos cuatro años, leyó a los poetas ingleses. Y escribió, escribió torrencialmente. Regresó a Nicaragua; recobró el terreno perdido en su idioma natal; pero el ajeno le era ya más familiar, irrevocablemente, en el orden literario. En 1912 se halla de nuevo en los Estados Unidos, y no los abandona hasta que la pasión de la justicia lo lleva al ejército de los aliados.

Le conocí en 1915, cuando la revista The Forum, de Nueva York, acababa de aceptarle para la publicación de su Cuento del País de las Hadas. Por primera vez una composición suya aparecía en una revista de importancia.

Poco después nos unimos para organizar pequeñas reuniones a que asistían hombres de letras de las dos Américas. Allí, si no me equivoco, empezaron los del Norte a poner atención en la poesía rotunda y pintoresca de Chocano, cuya visión externa del Nuevo Mundo es la más rica que hoy existe, en verso castellano o en verso inglés. Entre los poetas norteamericanos, amigos de Selva, se encontraban Thomas Walsh, pulcro y cultísimo, ameno conversador, lleno de anécdotas sabrosas; William Rose Benét, el místico del Halconero de Dios, con su moderación de modales, y su elevación de ideas; el sencillo y sonriente Joyce Kilmer, caído luego en tierra de Francia…

Después, Selva tuvo muchos amigos literarios, desde pontífices cuya opinión consagra hasta los principiantes que admiran; estuvo de moda en los cenáculos; el pintor y escultor (; John P Rice, catedrático de literatura espanola, traductoe de Chocano y de otros poetas de nuestra lengua; Kermit Roosevelt, hijo del ex-presidente. Se esperaba que, al final de la solemnidad, hablaría Roosevelt, y Mr. Garland así lo excpresó; pero el improvisado discurso de Salomón de La Selva turbaron la atmósfera de las letras norteamericanas, Howells, le dedicó caluroso elogio, sin conocerle personalmente, desde su tribuna crítica de Harper´s Magazine. En fin, hasta causó extraña conmoción en una solemnidad panamericana, atreviéndose a decir verdades duras en presencia de Roosevelt.

Memorable aquel episodio. No estuve presente, pero la prensa y las cartas me informaron de lo ocurrido. La reunión fue en el Club Nacional de la Artes, en febrero de 1917, y la organizaron las principales asociaciones de artistas y literatos. Presidía el poeta y novelista Hamlin Garland. Hablaron, entre otros, Thomas Walsh, el poeta; Alfred Coester, el autor de la Historia literarias de la América Española; el popular dramaturgo August Thomas; Ernest Peixotto, pintor y escritor; John P. Rice, catedrático de literatura española, traductor de Chocano y de otros poetas de nuestra lengua; Kevin Roosevelt, hijo del ex presidente. Se esperaba que, al final de la solemnidad, hablaría Roosevelt, y Mr. Garland así lo expresó; pero el improvisado discurso y los versos de Salomón de la Selva turbaron la atmósfera , y el estadista ilustre no tomó la palabra.: Mr. Garland, intranquilo, cerró la sesión sin pedirle la palabra.

Salomón de la Selva era el último en el programa. La ceremonia había sido larga. «Ya habían dado las once -me escriben; el público estaba fatigado por los muchos discursos y, cuando se anunció a Selva, presintieron otro fastidio, al tener que oír a otro profesor (en aquel entonces, Selva enseñaba en Williams College). la gente comenzaba a marcharse. Pero apenas Selva comenzó a hablar, nadie pensó en abandonar el salón, y hasta regresaron los que se habían levantado para irse. El fuego de sus palabras se comunicó al auditorio que le escuchó con atención y le aplaudió con furia. «Durante toda su disertación -escribe una dama- sus cabellos estaban erizados». Inconscientemente -escribe un poeta norteamericano, lanzó a Roosevelt una mirada de fuego.

[…]

El primer libro de versos de Salomón de la Selva, Tropical Town and Other Poems, sorprende por su variedad de temas y de formas. Hay quienes se sienten desorientados entre tanta riqueza, y no saben dónde hallar el hilo de Ariadna para el laberinto. A esos podría atormentárseles diciéndoles que aún hay más, mucho más, en la obra de Salomón de la Selva -otros temas y otras formas que no hallan cabida en el volumen, y que, desde luego, hay más, mucho más, en su personalidad.

Para mí, la fuerza de unidad que anima su obra está en el delirio juvenil que se apodera del mundo por intuiciones rítmicas, intuiciones de color, de forma, de sonido, de fuerza, de espíritu: todo se inflama bajo su toque.

Pero no es exclusivamente intuitivo, sino que posee cultura poética, honda y gran caudal de recurso artísticos. Según el consejo de Stevenson – incomparable maestro de técnica literaria -, se ejercitó en todos los estilos: le he visto ensayar desde la lengua arcaica y los endecasílabos pareados de Chaucer, hasta el free verse de nuestros días * * *

Su poesía se distingue ya, en el país donde comenzó a escribir, porque posee elementos que no abundan en los Estados Unidos:

imágenes delicadas y música verbal. La imaginación norteamericana propende al realismo, a las concepciones claras y sin ornamentación:

cuando se exalta, tiende a lo vasto sin contornos * * * Fuera de Poe, apenas hay imaginativos, sino de grandes magos del ritmo.* * * En cambio, Inglaterra es patria, no sólo de grandes poetas imaginativos. En Inglaterra, pues, mucho más próxima que Norteamérica a la cultura y a los gustos latinos, encontrará Selva el campo propio para su desarrollo ulterior * * *

He discurrido ya tan largamente en torno de su obra, que apenas me queda espacio para dar idea de sus temas. Desde luego me aventuro a afirmar que el primer deber literario de todo hispanoamericano que sepa inglés es leerle; el segundo deber será traducirle: lo cual no seria favor, sino gratitud, porque Selva ha vertido al inglés a no pocos de nuestros poetas.

La parte más interesante del libro es, para nosotros, la sección Mi Nicaragua, colección de acuarelas sorprendentes por lo delicadas y justas * * * Las otras secciones tienen menos cohesión: hay paisajes de la Nueva Inglaterra, madre espiritual de los Estados Unidos; hay versos de ira y de amor para la tierra en que escribía sus versos ingleses (¡oh Rubén Darío, autor a un tiempo mismo de la Oda a Roosevelt y de la Salutación al Aguila!); hay canciones inspiradas en canciones populares o en las rimas infantiles de su hermana; hay poemas inspirados por obras de arte – Bach, Giorgione, Cellini -; hay creaciones de fantasía que se agita «en danzas etéreas», como el encantador Cuento del País de las Hadas; hay salmos de amor ideal y hay gritos crueles sobre el hambre y el odio. Y todo lo ha vivido el poeta. El lo dice: «He de vivir las canciones que canto para salvarlas de la muerte» Si, aunque «el decir las cosas bien» aparezca como signo de artificialidad a los ojos de los superficiales. Es verdad. Todo lo ha vivido el poeta.