Victor Valembois
Universidad de Costa Rica
Este artículo es un capítulo del libro Puentes trasatlánticos. Base literaria para un diálogo euro-centroamericano, Editorial UCR, 2009, pp. 197-218.
¿Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes,
y por qué hemos matado tan estúpidamente?
Nuestros padres mintieron: eso es todo.
Jon Juaristi, escritor vizcaíno, 1987.
1. Un nicaragüense en las filas aliadas
Sobre la poesía de Salomón de la Selva hay mucho que escribir postulaba hace un tiempo un crítico (1) . Al respecto, también cabe mucho que corregir. El propósito de este trabajo será doble. Por un lado, contribuir a sacar a este destacado poeta de Nicaragua (1893-1959) de las brumas en las que él mismo se resguardó, pero también de nublados en que otros lo metieron, o peor, lo mantuvieron. Por otro lado, las luchas en las trincheras o no, pero siempre por el hombre y la paz, de don Salomón, se supone que no han perdido vigencia. Lo anterior se hará desde un ángulo no explorado todavía de manera suficiente: su relación múltiple con Europa y en particular con Flandes.
En la presente ocasión desarrollaré mis tesis a partir de su primera creación: «El soldado desconocido». Se trata de un estudio al filo de lo histórico y lo literario, porque la lira de don Salomón, de entrada, suena con un tono coloquial a partir de la narración de ciertos hechos vividos. Su receptor imaginario pareciera alguien allá, en Centroamérica, su novia quizá. El resultado es una especie de crónica poética. En lo artístico, este conjunto constituye un cruce de influencias culturales. Como en tantos casos, la mezcla quedó enriquecida.
2. En campos de Flandes: algo más que una referencia geográfica
Muchos son los soldados, de diversas nacionalidades, que lucharon en la Primera Guerra Mundial, y al mismo tiempo fueron poetas. Con su poemario El soldado desconocido (2) , Salomón de la Selva resulta ser para la poesía nicaragüense, lo que en el ámbito británico, norteamericano y canadiense, se conoce como un war poet, categoría específica en las historias de la literatura de habla inglesa. Es un excelso poeta de guerra, el leonés, no solo porque tocó con altura la lira durante la conflagración, sino porque también estuvo personalmente en la pelea. No es lo mismo: Virgilio comienza su obra clásica con aquel famoso les canto a las personas y a las armas (3) … pero lo hace sentado en una butaca. La producción artística que comentamos no habla de mariposas etéreas ni de princesas darianas, como vía de escape, sino de sangre, sudor, y poesía en términos dramáticos de Pablo Antonio Cuadra, quien a su vez se inspiraba en la conocida frase de Churchill. De la Selva parece el benjamín de cantidad de poetas, sobre todo europeos, como Jean Giono (1895-1970), Rupert Brooke (1887-1915), Wilfred Owen (1893-1918), Isaac Rosenberg (1890-1918) y por supuesto John Mc Crae (1872-1918). Fíjese el lector en la corta vida que les tocó a la mayoría de los nombrados: murieron como jóvenes soldados, en Bélgica. Don Salomón es de los excepcionales a haberse escapado del infierno, lo mismo que otro soldado-poeta de nombre Siegfried Sassoon (1886-1967), cuyo principal volumen Counter-Attack and Other Poems (1918) ciertamente también influyó en el nicaragüense, al ser compañero de trinchera. Hacia el final de la guerra ya, en todo caso en los primeros meses de 1918, este se alista como voluntario romántico (4) en las fuerzas aliadas. Residente entonces en Estados Unidos, lo haría del lado inglés (con The Royal North Lancashire Regiment), por antecedentes familiares y porque los Estados Unidos todavía no habían entrado en el conflicto. Como él mismo evoca en el prólogo a su conjunto de poemas, interfiere además un entronque europeo: su abuela era inglesa. El soldado desconocido tiene visibles y vividas referencias a la guerra de posiciones que se libró entre otros en Bélgica, en las espantosas trincheras.
Encuentro más afinidad entre de la Selva y Owen en el tratamiento de cantidad de temas, como veremos. Pero desde luego por sus numerosas evocaciones a tierra flamenca, el nicaragüense no tendría dificultad en reconocer su deuda literaria con Mc Crae. Este último antecedió al centroamericano en ese horrendo conflicto, en la escritura y publicación de sus evocaciones bélicas y en la muerte. Era un médico canadiense; luchó en Bélgica desde 1914, para morir en combate. El mismo “destino manifiesto” le hubiera estaba reservado al educador centroamericano: he pensado que muy bien pude haber sido yo mismo, señala de la Selva, en su prólogo. Lo salvó el ansiado armisticio del 11 de noviembre de 1918. En su poema, Mc Crae, asume un papel de hermano mayor y amonesta, entre otros a ese muchachito Salomón, a seguir la senda. Paso a transcribir «In Flanders Fields», con ese mismo título, el poema más conocido del canadiense. No puede ser más conmovedor:
Florecen las amapolas en los campos de Flandes, entre cruces, hilera tras hilera, que marcan nuestros sitios; y en el cielo vuelan las alondras, cantando bravamente, apenas oídas en medio del cañoneo que ruge abajo.
Somos los muertos. Pocos días ha vivíamos, gozábamos de las auroras, sentíamos el hechizo de las gloriosas puestas de sol; amábamos y éramos amados, y ahora… reposamos para siempre en los campos de Flandes.
Haced vuestra nuestra querella con el enemigo; empuñad la tea que os pasan nuestras manos desfallecientes, y sea vuestra a condición de que la mantengáis en alto.
Pero si faltáis a la fe que debéis a quienes morimos, no dormiremos, por más que florezcan las rojas amapolas en los campos de Flandes.
Son versos presentados como de ultratumba, garabateados en los descansos entre ataque y contraataque de un conflicto que duró cuatro largos años, caracterizado, la mayor parte, por un inmovilismo espantoso en esa guerra que iba a acabar con todas. Tenía cuarenta y tres años, el artista, cuando primero editó en Punch, era en 1915. Después, inmolado, otros se encargaron de publicar de nuevo su poemario, en 1919, siempre con esa misma explícita reminiscencia europea. Pese a lo «mundial» del nombre de la guerra, los países centro-americanos no tuvieron injerencia directa en el conflicto bélico, que de todos modos los afectó, entre otros con el disminuido precio del café; en todo caso, allí no hubo fragor de armas. La declaración de guerra a Alemania, en la primera mitad de 1918, de casi todos los países latinoamericanos, no llevó a abierta hostilidad con este país europeo. La medida se tomó más bien en forma simbólica, para congraciarse con el Tío Sam, cuando este salió de su aislacionismo.
Ahora bien, incluso así, fuera de la inmersión directa en lo bélico, en América Latina también se conoció la expresión connotada de los campos de Flandes y estos años se caracterizaron por toda clase de reflexiones respecto del poder, la guerra, etc. En este contexto cosmopolita de interferencias, por doquier surgen brotes de anarquismo y de pacifismo. La poesía de Mc Crae se publicó en Costa Rica en 1920, en las páginas de la naciente revista Repertorio Americano, dirigida por Joaquín García Monge (5). Constituye un motivo de orgullo observar cómo este modesto hijo de un entonces minúsculo pueblo costarricense, llamado Desamparados, tenía antenas puestas para captar las ondas de todo el planeta: era global en profundidad. He transcrito aquí la lograda traducción, de Ricardo Jiménez, después tres veces Presidente, nada menos, otro hombre con ribetes de universalidad, surgido de entrañas locales gracias a una educación bien enfocada.
La intelectualidad de hace casi cien años, en Costa Rica, se mantenía informada del acontecer político y militar en Europa por los periódicos y por el arte. Gracias entre otros al citado Repertorio, estaba al tanto de este esfuerzo anti-bélico de los mencionados poetas de guerra: no de otra manera se explica que el entonces joven estudiante costarricense Marco Tulio Salazar retomara en su poesía la misma imagen de las amapolas en Bélgica, estamos hablando de 1922:
Quisiera ser gigante
Para rehacer yo solo la Bélgica
Que hoy es tierra de escombros;
Rehacer esa amapola. (6)
Esta emotiva solidaridad lírica solo se explica dentro del impresionante eco que produjo la destrucción de Bélgica y la lucha de su rey Alberto y de su cardenal Mercier. Todavía ahora, la sola mención de los campos de Flandes constituye un símbolo universal de lucha fratricida. Pero veremos cómo los poetas de guerra, entre ellos un destacado centroamericano, cargando su fusil lírico, también prenden la tea del amor universal.
Partiendo de estas circunstancias, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, la expresión «en los campos de Flandes», en todas partes guarda, todavía ahora, una gran emotividad, mezcla de evocación patriótica y de reflexión acerca de lo grandioso o lo absurdo de la guerra, sobre todo por la inmolación de tantos jóvenes. Décadas más tarde de los hechos, en un recital en que se evocó poemas bajo este título, se puso a llorar nada menos que el General Volio (7), luchador ya no en campos de Flandes, sino en los de Centroamérica, eso sí, a partir de un acicate de tierras flamencas. Los conflictos bélicos se siguen dando e inventando, pero al mismo tiempo resulta admirable constatar que el arte continúa sirviéndose como acicate contra la guerra. Así pensó el personaje lírico de don Salomón:
¿Y de qué sirve la guerra? (…)
Porque todo es en vano/
si no engendra cariño,/
y hay tanto odio…. (Carta, p. 69)
Pienso en recientes esfuerzos, casi cien años después, para darnos cuenta, como esas cartas de soldados, franceses y alemanes, de que escribieron desde de lo inmundo de las líneas, bellezas en prosa a sus seres queridos (8). Evoco la película, conocida a un lado del Atlántico, como Matilde y al otro traducida como Amor eterno, con el afán de una mujer de comprender por qué su amor fue muerto en ese «no man´s land» entre las dos trincheras… (9)
3. Interferencias belgas en El soldado desconocido
En este contexto luchó y escribió De la Selva. La publicación de su Soldado desconocido se hizo primero en inglés (Nueva York, 1921 señalan la edición “princeps” y después, la versión española, en el México de 1922, por cierto ilustrada por el gran Diego Rivera. El poemario tropical se circunscribe entonces dentro de un triple contexto. Primero la permanente, pero no siempre explicitada confrontación: la realidad vivida allá, un mundo en llamas, versus el acá. Apoyada o no en esos adverbios temporales, permanece la tensión entre dos mundos: El cañoneo (…) «(suena como) cuando retumba el suelo en Nicaragua» (en la parte Primera Carta, p. 29). Segundo, en los versos de don Salomón, uno constantemente siente palpitar algún eco de sus hermanos mayores: esos poetas de guerra, citados, tanto en su temática (la muerte, la hermandad, la esperanza,…) como en sus formas expresivas (la elegía, etc.). En tercer lugar, todo ello repercute en los medios, quiere decir entonces, esencialmente la prensa. En su poema, De la Selva muestra estar impactado por la cantidad de alusiones, incluso en Nicaragua, a la guerra en Europa, particularmente en Flandes:
Ya no pueden los periódicos
con los sonetos a Bélgica
y las odas a Francia (p. 91)
Lo más probable es que alude a diarios ingleses y nicaragüenses, pero se sabe que Salomón también manejaba adecuadamente el francés: ya en 1916 era profesor de esa lengua en Estados Unidos. Difícil que tenga noción siquiera del neerlandés, el otro idioma oficial de Bélgica hablado precisamente en esa región. Son demasiado numerosas y puntuales las referencias topográficas directas a estas latitudes, como para postular una mera casualidad o una inventiva fenomenal: en la Jornada III, por ejemplo, el autor alude de manera explicita a «el lodo perpetuo/ de Flandes lamentable», por la destrucción humana, contra ¡la belleza del mundo! en el cielo azul, el suave sol, etc. como se describe en contraste p. 75. Para un oyente nacido en esos lugares evocados, como es el caso del que escribe, no cabe la menor duda: constituye testimonio fehaciente, vivido, nada de “literatura”.
Pero aparte de esas deducciones espaciales hechas, son también nítidas las temporales que se imponen, siempre a partir del texto. Indirectas y descriptivas, evocan cierta época del año en Flandes. Pruebas inconfundibles para el lector nórdico resultan ser «el repentino brote de tantas amapolas», como también «tengo los pies helados» además de «una mujer bella que ríe en los trigales verde». Lo mismo, al aludir el poeta a «cuando vuelva abril» y, para confirmar, al final cuando señala que es «la Primavera» (10). Al observar estos elementos probatorios, es digno de constatar que un historiador nicaragüense incurre en el error al recalcar que De la Selva se alistó a mediados de 1918 en el ejercito inglés. A estas alturas del año ya no florecen las amapolas, ni hace tanto frío en Bélgica como parecen ignorar unos apuntes para una biografía (11). Nuevamente, basta confrontar el texto con su contexto: si sabemos que de la Selva nació en marzo 1893 (el 20, para ser preciso), y el poema De profundis hace alusión a la pujanza de (sus) veinte y cuatro años, una simple matemática indica que aquello era cierto antes de marzo de 1918…
4. Más allá de la veracidad histórica, la verosimilitud literaria
Claro que también figuran alusiones, pero menos, a lugares de Francia (Chartres y el Mont Saint Michel), de presencia personal o por su evocación religiosa; consta además algún topónimo en Gran Bretaña (Suffolk, p. 29), cuando cruzó el Atlántico y donde estuvo en receso por un tiempo. Pero, por ley de números, son más las alusiones a Bélgica, explícitas o no. Van con inconfundible tono de lo vivido, pero no se sabe si de vista, de oído o leído. Muy al inicio del relato un tanto épico, en el poema “Cantar”, no menos de cuatro veces menciona el Mar del Norte. ¿Cómo no conmoverse con su relato comienza la batalla donde como víctima evoca un ataque con el mortífero gas mostaza: «vimos llegar rodando la amarillenta nube larga»? (p. 43) Por de pronto, la referencia al Gas asfixiante vuelve hacia el final, (p. 121). Por haber sido experimentado poco antes, justo en la misma región flamenca y concretamente alrededor de Ieper (se escribe Ypres en inglés y francés) el arma letal se llamaba Yperiet (12).
Sin embargo, por dos razones prevalece cierta duda respecto de la exactitud histórica y geográfica en el poemario en cuestión. En primer lugar, se comprueba que, sobre todo del lado americano del Atlántico (del norte como del sur), en más de una oportunidad se suele ignorar las divisiones nacionales a lo largo de los ochocientos kilómetros de trinchera que, como llaga profunda, marcó el mapa europeo durante casi cuatro años (13). Constituye un problema detectado también en estudios paralelos sobre otros literatos centroamericanos y Bélgica (14).
En segundo lugar, el mismo vate tampoco tenía sólidos conocimientos geográficos, por ejemplo cuando, en el poema, observamos que ignora en qué puerto (inglés) embarcaron y por dos veces no sabe (¿o no quiere?) distinguir entre regiones, como al final de su introducción a su libro («en Flandes o en Francia era un cadáver como todos») y al inicio del poemario («desembarcamos sin cuidado/ en Bélgica o en Francia»). Por de pronto, la falta de cuidado, ¿será de sus oficiales? Más bien de él, que no se ha fijado. Si no fuera por la autenticidad que, lo comenté, estila en cada línea del relato, uno lo tomaría por muestra de indiferencia, aparte de crasa ignorancia geográfica. De la Selva podía argüir que las vivencias en las trincheras no se prestaban precisamente al aprendizaje pormenorizado de la geografía. En ningún poema suyo existe referencia directa alguna al lugar específico donde peleó: sabemos que fue en Flandes, ¿pero dónde? Quién sabe si fue en Ploegsteert, donde también combatió Churchill o en Mesen, donde luchó Hitler: el mapa de esta región, al suroeste de Bélgica, permanece salpicado de evocaciones a batallas famosas. Cantidad de cementerios recuerdan todavía ese matadero universal en que se había transformado Flandes, va menos de un siglo.
A los literatos y a sus productos artísticos concedámosles esta licencia poética de desconocer límites territoriales, más si se trata de latitudes lejanas a su propio terruño. Las referencias dadas por el poeta no reflejan lo presencial de él. Pero no importa: por último, se le puede aplicar perfectamente la postura de Richard Owen: «Todo lo que un poeta puede hacer es advertir. Por eso todo verdadero poeta tiene que ser veraz» (15) . Esa veracidad o confiabilidad no resulta sinónimo de lo fidedigno histórico o periodístico; se refiere a otra categoría: lo verosímil, como categoría artística que permite al receptor entregar su confianza y actuar en consecuencia, descodificar correctamente en cualquier tiempo futuro, en cualquier latitud, la misma angustia, igual dolor desesperado. Al inicio de un nuevo siglo, ¿ha cambiado algo al respecto?
Pero frente a este cúmulo de evidencias de lo vivido y sufrido personalmente por parte de Salomón de la Selva sorprende que cierto autor con menos nexos de vivencia e idiomáticos todavía que él con Bélgica, puso en duda la autenticidad de lo evocado. Sin embargo, es lo que hizo Ernesto Cardenal, al afirmar que «esa poesía (…) aunque a menudo realista, produce cierta impresión general de autobiografía ficticia. Flandes es para él (el autor) una tierra confusa…» (16). Con su análisis de 1948, contribuyó a echar una funesta aureola de misterio y de falsedad alrededor de la vida y la obra de su compatriota colega. Si fuera por el poeta-guerrillero-sacerdote, pondría los tres componentes del título de este trabajo entre comillas, porque ni cree en la autenticidad de Salomón, ni en lo artístico-presencial de Soldado desconocido, ni en la referencia a los famosos e históricos campos de Flandes, inmortalizados con ayuda de la musa. El error de apreciación del poeta de Solentiname, a partir de una lectura deficiente del texto, lejos de probar que De la Selva «jugaba» al soldado desconocido, indujo, sin embargo, después a Mariano Fiallos y tantos otros a creer que el poeta nunca había estado en la guerra (17).
Hubo que esperar casi una década para que Stefan Baciu, sin tampoco haber estado en Bélgica ni conocer mayormente su geografía, solo recurriendo a investigación más seria y fuentes más directas, enmendara este grave desliz (18). Menos mal, a los pocos años el acucioso Stefan Baciu visualizó otro poeta, más real, como hombre, como poeta, creador, generador de inquietudes con revestimiento lírico, no simple encargado de sacar fotocopias de la realidad.
La confrontación efectuada, desde luego aboga por no confundir creación literaria con relato biográfico o manual de historia. Pero respecto de la relación bilateral Bélgica-Nicaragua, en la persona del vate, tres argumentos se refuerzan entre sí. Primero, se refiere a las declaraciones del propio poeta, fuera de su obra artística, por ejemplo en el prólogo al libro en cuestión; segundo, no escasean en su creación poética las alusiones locales, vividas, concordantes y congruentes dentro de la obra de arte y, tercero, allí está la verosimilitud o coincidencia entre el relato creativo y una serie de elementos de la historia, por ejemplo, la alusión directa por el poeta a la entrada en guerra de parte de Nicaragua, en contra de las fuerzas del Eje (19).
Frente a este cúmulo de pruebas internas para una presencia real de Bélgica en El soldado desconocido, a base de tiempos, lugares y enfoques bien determinados por el emisor y que se pueden ubicar por el receptor (con preferencia de allá), no perdamos de vista que ni se trata de un trabajo historiográfico ni periodístico, sino literario, categoría a mucha honra ni inferior ni superior, sino diferente.¿De la Selva ha sido testigo presencial de todo lo que evoca? No existe garantía: en la mayoría de elementos así es, pero en otros, por fuerza se basa en algo que le comentaron o en lecturas. Es el caso de los topónimos aludidos en el último poema:
Álamos destrozados de Oudenarde (sic),
hayas truncas de Ramillies,
¡ya echaréis nuevas ramas
cuando vuelva abril!
Se trata, de lugares alejados del frente como tal, como para que pueda pensarse en una visión personal y directa. Además, se encuentran muy lejos uno de otro. Oudenaarde (en francés: Audenarde) se ubica en Flandes, unos sesenta kilómetros al oeste de Bruselas. La ortografía adoptada por el poeta visualiza que aparentemente se inspira de un relato en un periódico francófono de Bélgica. Ramillies pertenece a la provincia de Brabante francófono y se ubica otro tanto de kilómetros al sureste de la capital. Por su estilo, casi periodístico y coloquial, favorece si no una realidad, por lo menos una verosimilitud al servicio de un mensaje que tenemos que desentrañar.
Por sorpresa, nuevamente más para el lector europeo, figuran varias confusiones y equiparaciones entre los términos Bélgica (referencia política-nacional) y Flandes (región dentro de lo anterior). Desde luego, el nicaragüense no tenía por qué conocer ni la división administrativa de Bélgica, ni siquiera la existencia de una división lingüística… mete todo en un solo saco cuando en el poema «sobre una fotografía de la Quinta Avenida» (20), «entre múltiples banderas de diversos países» (de Europa: Francia, Inglaterra e Italia), menciona además en la parte IV, «el pabellón de Flandes». Aparte de la manifiesta nueva ignorancia geográfica, lo “políticamente incorrecto” del poeta se debe posiblemente al impacto internacional de esos campos de Flandes referidos en el primer punto, expresión a la que ayuda la realidad histórica de que también el norte de Francia formaba parte de la Flandes histórica (21).
Ahora bien, que el vate se haya equivocado en más de una dimensión fuera de lo poético, no le quita valor a su trascendental y renovador mensaje por la vía artística. Es más, pareciera que, en comparación con su compatriota Azarias Pallais (22) (el cual también usaba en su poesía cantidad de referencias a topónimos en Bélgica, en particular Flandes) en de la Selva prevalece un propósito totalmente divergente. En el sacerdote-poeta las obsesivas referencias precisas, sobre todo a un mítico Brujas, evocan una asociación entre su Nicaragua natal y un mundo ideal medieval postulado, es su utopía salvífica; en cambio, en el soldado-poeta, primero las evocaciones topográficas no abundan, siendo que las pocas referencias locales no evocan algo ideal, sino al contrario un infierno humano, entonces casualmente también en Flandes. Azarías Pallais fue poeta de Flandes, una tierra que el conoció y admiró. Salomón fue poeta en Flandes, una tierra que no llegó a conocer bien, porque no estuvo ni de turista ni de estudiante allá, sino en sus horribles trincheras.
5. Un cosmopolita más allá de una moda: ¡anhelo vigente!
Son muchas las pruebas por las que uno deduce que el poeta propugna un humanismo sin fronteras. Empieza de una manera un tanto prosaica, como cuando afirma que: «los piojos aquí en Flandes tienen hedor idéntico a los de Nicaragua» (p.110). Además, al contrario, por ejemplo, de varios de sus compañeros, soldados-poetas (23), caracterizados por su orgullo nacional inglés (sobre todo el oficialista Rupert Brooke), para de la Selva las escasas referencias a Nicaragua, simplemente ubican su punto de partida, pero no revelan ningún nacionalismo. Todos esos poetas, en la línea también de G.K. Chesterton, fueron utilizados como estandartes nacionalistas, cosa que efectivamente fueron. Owen con facilidad refiere a otros poetas, pero solo de su propia cultura (sobre todo Yeats y su compañero Sassoon). De él es también el verso: «None untimely die that die for England». De Rupert Brooke tenemos: «there´s some corner of a foreign field / that is forever England». ¡Qué diferencia el patriotismo que propugna De la Selva! En esos galerones de la muerte se imagina la paz como una bella mujer. La describe pero no da rasgos externos de tipo racial ni por identidad de pasaporte. Reúne atributos sacados del imaginario colectivo de la especie humana, más allá de tiempos y barreras continentales. Algo tiene ella, dice, entre otros del fénix persa, del quetzal guatemalteco, de la alondra de Shelly, del albatros de Baudelaire y del cisne dariano. Por cierto, qué superior, esa invocación por la paz, a la del poema Pax, de 1916, donde Darío, muy enfermo ya, también se ve condicionado por reminiscencias belgas (24). Es lo vivido directo y concreto frente a lo evocado a distancia.
Ahora bien, esa reivindicación humana general va muy lejos. Es natural y evidente la solidaridad entre gente que comparte la misma alegría y sobre todo las mismas penas y temores, en un mismo lugar. A él le importa la condición humana de los combatientes. Señala: «Mi compañero ha muerto». No importa de qué nacionalidad o creencias. Merece por ello un calificativo más allá de lo biológico: «¡hermano y más que hermano» (pp. 61-62). En la elegía, desde luego, debe referirse a más de un hecho real, en ese antro de muerte asegurada; pero también, por intertexto se evocan versos paralelos de Isaac Rosenberg y de Wilfred Owen y, más lejos, el himno mortuorio alemán basado en el inmortal verso de Schiller: ich hat ein Kameraten (yo tenía un compañero).
De allí, quizá justamente también por lo literario, va otro paso adelante, en valoración universal de la especie humana. Como se usaba en inglés (véase por ejemplo, en Owen, p. 70) y en francés, el enemigo es el boche: a las claras, una manera popular y muy despectiva de referirse a los alemanes (25): hijo de unos padres que fueron víctimas de los alemanes, tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial, valoro cómo en una generación esa secular terminología ofensiva ha sido superada en la Unión Europea (26). Ahora bien, igual la usa de la Selva (p. 43). Sin embargo, incluso de esos adversarios él reconoce su condición humana:
Son gente.
No cabe duda.
Gente como nosotros,
que come, que duerme, que se entume, que suda,
que odia, que ama.
Gente como toda la gente,
y sin embargo – diferente (p. 67).
Para nada aflora en el soldado vencedor la clásica expresión del Vae victis (expresión latinas para “abajo los vencidos”) como suele prevalecer. De allí lo vigente y post moderno de don Salomón, ¡desde bastante antes de la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de guerra (triste realidad todavía en el siglo XXI, con motivo de la guerra de Iraq)!
Pero el poeta va más allá. No participa en el burla ni la desnudez a la que los demás los someten. Es más, contra la reglamentación vigente, les da cigarrillos, gesto humanitario, sí, peligrosa generosidad (p. 67). Además, justamente influido por el mundo universal de las ideas y del arte, respecto de esos POW («prisioners of war») expresa:
Alguno de ellos debe de haber leído
a Goethe; o será de la familia de Beethoven
o de Kant; o sabrá tocar el violoncello. (p. 68)
Esa inclinación universal de Salomón es justificada hasta en la temática bélica, por de pronto, al comprobar que, lo mismo que del lado anglosajón, también del lado francés (con el Apollinaire de Caligrammes y Pierre Drieu (27) y del lado alemán (con los expresionistas de la “poesía atómica”, en Stramm, Engelcke, Rubiner, Hasenclever, Toller y otros), igual hubo literatos de guerra en otros horizontes, búsquedas de respuesta artística al momento escalofriante, degradado por doquier en la dimensión de lo humano.
De la Selva se compara, sin embargo, mejor en esta dimensión con lo transnacional de su compañero Rosenberg, aquel que en vez de referirse a piojos universales se ríe sardónicamente de las «simpatías cosmopolitas» de una rata, que se pasea entre líneas enemigas (28). Remonta este sentimiento de hermandad mundial hasta los epicúreos y otras tendencias cosmopolitas, como al mismo Schiller, alemán, aquel de “todos los hombres serán hermanos”. Al mismo tiempo cabe subrayar el carácter actual de su lucha. Por eso, ahora en Flandes, en los cementerios militares que abundan a raíz de esa espantosa guerra, no se establece diferencia entre los muertos, por rango, raza o credo religioso. Solo hace poco se inventó el complejo de Estocolmo, vivencia característica para víctimas en situación de secuestro. Obedecen a hondas vibraciones simplemente humanas de seres, aunque en campos ideológicamente o interesadamente opuestos, al encontrarse por largo tiempo atrapados juntos, en un mismo e único cautiverio. Más que lo verosímil literario, ya estudiado en este caso, subrayo otra vez lo veraz-vivido que se palpa a partir de esos versos. Lo narrado por el autor en la misma Bélgica en la que a cada rato encaja su historia literaria encuadra dentro de lo vivido por otros (29).
Para lograr esa camaradería universal, en el texto literario, lo mismo que en el prólogo, el autor recurre a la mezcla de idiomas. Equivocados están los que suponen que en las trincheras solo prevalecía el lenguaje no verbal de los cañones: en el poeta esa interferencia suele ser negativa, como cuando desde el prólogo, en español, califica a algunas personas como rough-neck, tough, etc., en versos en español; prevalecen además cantidad de expresiones anglosajones, como el over there, el “allá”, en la Europa continental; y desde luego, la expresión y la costumbre del “soldado desconocido” (30) la calca don Salomón expresamente, lo confiesa siempre en la citada introducción, hasta en el título en español de su poemario. Dentro del conjunto de poemas propiamente tal, también se observan conceptos en inglés que él simple copia, como se utilizaban en las filas inglesas: por ejemplo, el «No Man´s land» de la p. 43; a veces, como cuando se refiere a «las barras y las estrellas», piensa en inglés (norteamericano) y lo expresa en español .
De manera que este constante internacionalismo, de las armas en las trincheras de Flandes, también dejó huella en el uso lingüístico del poeta. Resulta interesante comparar ese uso idiomático, por parte de don Salomón, con el de los otros poetas de guerra (war poets). Tomemos el caso de Archibald MacLeish, cuyo hermano por cierto también falleció en combate en 1918. En su Invocation to the social Muse, el norteamericano se dirige a la musa, desde el español de la primera palabra («Señora»), hasta con sus equivalentes en alemán, inglés, ruso y otros idiomas. Don Salomón se encuentra en una torre de Babel bélica, pero pretende transformarla en antibélica.
5. Teoría y práctica de la “bala con alma”
Aun bajo el uniforme militar, puede que lata un corazón de poeta. Desde luego, su propia formación y sensibilidad lleva a cada uno de los soldatos-poetas a tomar posición acerca de la guerra y cómo cada uno asume su papel en esa horrible circunstancia. Muy conocida es la tesis de Wilfred Owen: «mi tema es la guerra y lo penoso de la guerra. La poesía se encuentra en lo penoso». Él no era pacifista, en el sentido contemporáneo de la palabra, pero se describía a sí mismo como «un objetor consciente, con una conciencia muy golpeada» (32). Sensiblemente paralela resulta la actitud humanista de don Salomón, en cuanto a postura crítica contra los conflictos armados (33) . Pero su método resulta diametralmente opuesto: en vez del alma adolorida, estigmatizada (to sear, en inglés). Desde su vivencia en Flandes, escribe a su amada:
…todo es en vano
si no engendra cariño,
y hay tanto odio, tanto,
que debe ser pecado
sin duda ser soldado. (p. 69)
Tampoco podemos afirmar un antimilitarismo de parte del escritor: recordemos, se enroló voluntario en las filas británicas. En términos de Boccanera, «un humanismo personal lo llevó a enrolarse» (34), pero estando allá, trató de humanizar la guerra. Pareciera clara para él la postura de que precisamente su condición de soldado-poeta le obliga a ablandar corazones a favor de otras soluciones. Impregnado entonces por influencias de sus colegas en las trincheras, resuelve a su manera el eterno conflicto entre “las armas y las letras”. Bajo la forma de las mismas «hermosas armas» de lo artístico, en expresión de Darío, de la Selva contribuye así a la reflexión crítica respecto de lo bélico. Pareciera anticipar la frase de Roque Dalton: «el arte debería tirar balas». Pero no es una simple inversión de esa idea; es mejor aún «bala con alma», como él mismo sugiere en su poema.
Aflora a menudo ese sentimiento de crítica contra la guerra, como cuando el evocado episodio de las banderas. De la Selva parece primero en maravillarse ante el espectáculo de esas enseñas nacionales, pero bruscamente cambia de tono:
¡tantas y tantas banderas!
¡Son harapos!
Bajo esa capa raída
Repara en la carne flaca de los pueblos (p. 93)
Aflora el socialismo internacionalista, un humanismo cristiano, como en Pallais, como en Volio, otros latinoamericanos, aquí centroamericanistas muy compenetrados, lo vimos, con ese dantesco panorama europeo, vivido también en Bélgica. Igual salto de tono observamos en la poesía ya aludida a la paz, bajo el símbolo de una mujer hermosa. De repente, se transforma en mala, en sirena:
Su otro nombre es Engaño
El espejo que empuña
sólo refleja hipocresías.
De su vientre nació la Diplomacia
Ella es la madre del Patriotismo falso. (p. 121)
Esta temática acerca a nuestro de la Selva a los simbolistas, entre otros el Rodenbach de Bruges-la-Morte, de la femme fatale.
¡Qué poeta más “viejo”, de hace cien años y al mismo tiempo que hombre más clásico; es decir, actual! De la Selva sigue burlándose de la patriotera actitud de Byron y sigue criticando el manipuleo que hubo de escritos de Chesterton, en nombre de intereses supuestamente nacionales e humanitarios, allí donde simplemente fueron pasto para la máquina de guerra de ricos pero oscuros interesados. ¡Mentiras!, vocifera el nicaragüense. Sin embargo, ¡es lo que nos inculcaron a todos por medio de una educación alienante, al servicio de unos pocos! Con lo cual, a los ribetes de pacifismo de don Salomón se une la necesidad de superar las fronteras nacionales, entre otros mediante el arte.
Es importante valorar este esfuerzo artístico pacifista dentro del contexto de hace casi cien años. En otro momento, habrá que comentar de esta misma época los esfuerzos, del francés Romain Rolland (1866-1944), por las letras, y del belga Frans Masereel (1889-1972), con sus grabados antibélicos en madera. De la Selva tuvo que conocer la obra artística de este último, sea directamente en los años de guerra en que se produjeron, sea más tarde, mediante los comentarios de Francisco Amighetti en el Repertorio Americano, revista centroamericana de alcance internacional, en la que también llegó a colaborar (35). En esa misma década de los años treinta, citemos también al dramaturgo francés Giraudoux y ya estallada la Segunda Guerra Mundial, con aquel seudónimo “Vercors”, el relato «El silencio del mar» (36) que narra la prolongada convivencia de un alemán en un hogar francés, durante la ocupación. Se trata de otro caso de interferencia entre literatura e historia; es decir, la primera influida por la segunda. Claro, como no, después está la película El Soldado Ryan. Pero antes, mucho antes, estuvo Salomón de la Selva.
6. Los «campos de Flandes», símbolo perenne
Ha quedado demostrado que de la Selva es claramente un war poet, un poeta en la guerra, calificativo del que estaría orgulloso, siempre y cuando no se interprete también que es un poeta guerrerista… Confío entonces haber contribuido, no solo a enderezar graves entuertos en torno a ese “Soldado desconocido”; uno de los más graves, quizá puede ser el de haber calificado este testimonio artístico como «el poema más aburrido del mundo» (Beltrán Morales) (37), referido concretamente al poema “La Paz”. Juzguemos, si acaso. En medio del comentado «lodo perpetuo», el poeta sueña con «una mujer bella», leitmotiv que como tal vuelve arias veces, ella «que ríe en los trigales verdes», poderoso indicador de que ya salimos del invierno, pero no es verano todavía:
Ella es el fénix persa
ella es el buho griego,
y el ibis egipcio,
y el quetzal guatemalteco. (p. 119)
y sigue la evocación con alusiones a la alondra de Shelley y el albatros de Baudelaire, entre otros, cosa que Morales describe como «un fatigante catálogo ornitológico». ¡Qué falta de cultura universal!
Ahora, cuando han vuelto «otros abriles» (38), como los cantaba de la Selva, estos mismos campos están sembrados con álamos, hayas y amapolas, (¿serán los mismos, o son otros?), pero también con cantidad de cementerios de jóvenes. ¿El resultado de esa carnicería en los campos de Flandes? Ya no hay trincheras, pero sigue la guerra; jóvenes centroamericanos siguen enlistándose en tropas imperiales. En Curridabat, Costa Rica, cerca de la iglesia se encuentra al tumba de un costarricense muerto en Vietnam. ¿Por qué? Más recientemente está el caso de Camilo Mejía, otro nicaragüense, durante la guerra de Iraq (2004). ¿Por qué? El testimonio artístico de don Salomón debe seguir golpeándonos, por ambos lados del Atlántico.
BIBLIOGRAFÍA
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CARDENAL Ernesto: «Salomón de la Selva: El soldado desconocido», en Rueca, México, 1948, reproducido en Repertorio Americano, XLIV, 1949, número 20.
CHILENS Piet: «De oorlog die niet overgaat», capítulo 4 en el libro colectivo De verbeelding van de Westhoek, ed. Lannoo, Bélgica, 2000.
DE LA SELVA, Salomón: El soldado desconocido, 2a edición de EDUCA (“Editorial Universitaria Centroamericana”), San José, 1971.
DEVOLDERE, Luc: “The decorous Dead. The Great War revisited”, en la revista TLC (The Low Countries), Nº 8, publicación de la Fundación “Ons Erfdeel”, Rekkem, Bélgica, 2000.
FIALLOS Gil, Mariano: Salomón de la Selva, poeta de la humildad y la grandeza. Apuntes para una biografía. León, Cuadernos Universitarios, 1963.
OWEN, Wilfred : The Works of Wilfred Owen, The Wordworth poetry library, Londres, 1994.
VALEMBOIS, Víctor: “Salomón de la Selva: ‘soldado desconocido’ en campos de Flandes” (ponencia para el “VII Congreso de Literatura, Universidad de Costa Rica” (octubre 1997), publicado bajo este título genérico por la Universidad de Costa Rica, 2000, pp. 325-330.
WILLIAMS, Oscar : A Little Treasury of Modern Poetry, Charles Scribner’s Sons, New York, 3a ed. 1970.
NOTAS
(1) Se trata de Ernesto Guerra M., en “Aproximaciones a la poesía de Salomón de la Selva”, La Prensa Literaria, Managua, Nicaragua, 6 de setiembre de 1997.
(2) Me basaré en la segunda edición de EDUCA (“Editorial Universitaria Centroamericana”), San José, 1971.
(3) Como don Salomón, me enorgullece haber recibido todavía una educación clásica, con latín y griego. “Arma virumque cano” constituye el primer verso de la Eneida.
(4) Véase en la edición de EDUCA, el título de la «Primera Jornada». Aparte del idealismo, tiene que haber intervenido también el aspecto más bien económico.
(5)Véase el volumen 1, N.° 17, del 15 de abril de 1920, p. 257. En mi estudio “El cosmopolitismo de Joaquín García Monge: Bélgica en el Repertorio Americano” en Repertorio Americano, Revista de la Universidad Nacional, N.° 9-10, enero-diciembre 2000, pp. 19-42, visualicé la presencia de este poema como verdadero leitmotiv, explotado como tal por el inteligente Joaquín García cada vez que los aires bélicos volvían a aflorar. Este trabajo contiene un extenso anexo: Índice completo y comentado de referencias “desde y sobre Bélgica” en la revista costarricense dirigida por Joaquín García Monge, de 1919 a 1958”, en Repertorio Americano.
(6) Remito a mi estudio: “Marco Tulio Salazar, centenario ejemplo (a partir de un privilegiado nexo con Bélgica), publicado en Herencia, Costa Rica, vol. 17, nº 1, 2005, pp. 7-25.
(7) El dato es del dilecto historiador Carlos Meléndez y refiere a una velada poética de los años cuarenta, en la recién creada Universidad de Costa Rica.
(8) Pienso en el libro Paroles de Poulus, de reciente publicación en Francia (Edit. Librio, Radio France, 1998).
(9) El título en inglés es A very long engagement. Es francesa, dirigida por Jean-Pierre Jeunet.
(10) Véase respectivamente, pp. 75 (2 veces), pp. 115 y 141 (2 veces), de mi edición. El autor escribe «Primavera», con mayúscula, posiblemente influido por sus estudios muy recientes en inglés.
(11) Véase p. 12 en Mariano Fiallos: Salomón de la Selva, poeta de la humildad y la grandeza, Seminario de Investigaciones Centroamericanas, Departamento. de Historia y Geografía, Universidad de Costa Rica, (trae también la referencia «León, Nicaragua, 1963»). Reproducido en Educación (¿revista nicaragüense?), N.° 29, 1964.
(12) El profesor alemán Fritz Haber fue su funesto inventor y a la postre, en 1918 recibió por ello el Premio Nobel de química. En total unos 275.000 soldados quedaron fuera de combate con esa arma (por ambos lados, no necesariamente muertos). Información de la revista Knack, de Bélgica, el 16 de abril de 2003.
(13) La misma Enciclopedia Encarta por ejemplo cita indistintamente topónimos de Francia (Amiens, Neuve Chapelle, etc.) en confusión con belgas, concretamente flamencos (caso de Ypres y del río Yser).
(14) Véase, entre otros, en mis estudios en esta misma colección sobre Darío y Pallais y Bélgica. Estos coterráneos de don Salomón cometieron también varios errores geográficos, pese a que tenían cierto manejo del francés y no estaban bajo el terror de las balas.
(15) En la contraportada al libro de Owen: “All a poet can do today is to warn. That is why all true Poets must be truthful”.
(16) Ernesto Cardenal: «Salomón de la Selva: El soldado desconocido», en Rueca, México, 1948, reproducido en Repertorio Americano, XLIV, 1949, No 20, pp. 312-314. Cardenal repite después esos mismos disparates respecto de la relación obra-vida en Salomón de la Selva en Nueva Poesía Nicaragüense, Madrid, 1949. El libro El estrecho dudoso del mismo poeta contiene otras alusiones a Flandes.
(17) Véase Fiallos, citado, p. 16.
(18) Véase Don Sal (nombre cariñoso para Salomón) en Boletín Nicaragüense de Bibliografia y documentación, Biblioteca Central de Nicaragua, N.° 12, julio-agosto 1976, pp. 20-29: …em erro fundamental por se ter o autor, provàvelmente, basado em informacoes de segunda e terceira mao.
(19) Véase el poema «Noticias de Nicaragua» (en la Jornada IV), donde señala expresamente que Nicaragua entró en la guerra, cosa que efectivamente ocurrió en 1918.
(20) Para la ocasión, Salomón es otro Poeta en Nueva York, como Lorca, solo que en contraste con éste, hablaba inglés a la perfección y figura en más de una antología de por allá de poemas directamente en este idioma.
(21) Para darse cuenta de ello, basta leer a Margarita Yourcenar. Su nacionalidad francesa, pero su nacimiento y su visión de mundo, en la realidad de la histórica Flandes, traslucen por medio de dos estudios míos: 1) “Yourcenar: lo local (belga), en ella y en su producción”, en Revista Nacional de Cultura, N.º 42, diciembre del 2001, pp. 32-40; y 2) “Margarita Yourcenar: lectura global-universal de sus Memorias de Adriano, Espiga, UNED, Costa Rica, N.° 8, julio-dic. 2003.
(22) Refiero nuevamente a los artículos míos evocados antes en el contexto del cardenal Mercier y sus discípulos Jorge Volio y Azarías Pallais.
(23) Sobre el nacionalismo de los soldados-poetas, véase el estudio de Devoldere, citado en bibliografía. se refiere a «the English dead» (p. 20).
(24) Sobre esta relación entre Darío y Bélgica, véase en esta misma serie.
(25) Se usa como sustantivo y adjetivo. Según el diccionario Robert provendría de Alboche. Ignoro si el término “bocho”, para Volkswagen, usual antes en Costa Rica, deriva de lo anterior.
(26) Remito a un texto: “La Unión Europa bajo el eje franco – alemán”, publicado por la revista Relaciones Internacionales, de la Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica, 2004. Allí estudio el papel clave de figuras como Adenauer y de Gaulle, quienes, habiendo también luchado en esas mismas trincheras de la Primera Guerra Mundial en bandos opuestos, aunaron esfuerzos para superar el eterno escollo de la guerra y contribuir a una Europa unificada.
(27) Este último, prácticamente contemporáneo de don Salomón, luchó en Bélgica, en la Primera Guerra Mundial. Su expresión je ne renierai pas Charleroi lo podía aplicar en paralelo el nicaragüense. Pero lejos de la postura humanista de este (incluso respecto de los alemanes), después el francés se volvió simplemente fascista pro-alemán en la Segunda Guerra. Enredado en sus propios mecates mentales, se suicidó.
(28) Recomiendo su lindo poema: Break of day in the trenches.
(29) Siendo yo estudiante en Lovaina, Bélgica, entre 1965 y 1969, el dueño del cuartito que alquilaba, a la postre primo de mi madre, había sido soldado raso, también en estas espantosas tumbas vivientes. Nunca olvidaré las evocaciones autobiográficas de este noble señor, sin mayor cultura académica, pero con una envidiable perspectiva fraternal, a pesar de los ataques con gases letales. Guardo en la memoria sus intensos y espeluznantes relatos que no dejan duda respecto de lo absurdo de la guerra. Al mismo, tiempo evidenciaron lo profundamente humano de ciertos beligerantes, más allá de ideologías y odios impuestos. Mis arraigados sentimientos antibélicos se los debo, en parte, a las evocaciones de este pariente lejano.
(30) Hasta en portugués hay un libro con este título, referido al aporte de este país en los mismos campos de Flandes: Mendo Castro y Antonio Rosas, La Lys, Os soldados desconhecidos, Ed. Prefacio, Lisboa, 2001.
(31) Véase pp. 344 -5 en el volumen A little Treasury of Modern Poetry, citado en bibliografía.
(32) My subject is War, and the pity of War. The Poetry is in the pity y a conscientious objector with a very seared conscience. Ambas citas provienen de la introducción a su libro, p. X.
(33) Elemento al que de la Selva no alude, pero que debe haber tenido un peso enorme en su postura, es lo que poco antes de su permanencia en las trincheras les tocó a cantidad de jóvenes ingleses, por negarse a volver a la trinchera, como él, después de un descanso: Her Majesty’s Frontline Court Martial con sede en Arras (Francia), a mediados de 1917, mandó fusilar “a la vista del enemigo” a 29 de ellos, como desertores. Ahora, después de las traumáticas experiencias en Afganistán e Iraq, se sabe que, esos jóvenes sufrían del síndrome ‘shell-shock’ (S.S.S) que en la vida civil se conoce como síndrome de estrés postraumático. (Post-traumatic-stress-syndrome: PTSS). El tema es de actualidad: “Un total de 147 efectivos militares se han suicidado en Iraq y en Afganistán desde el comienzo de la invasión a esos países (…). Si a eso se añade la cifra de los veteranos que se suicidaron tras regresar de las dos guerras y ser dados de baja, y que es al menos de 430, se llega a 577 suicidios en los seis últimos años. (…) Eso se puede cotejar con al menos 4.227 muertes de soldados desde el inicio de las invasiones: 3.840 en Iraq y 387 en Afganistán y áreas limítrofes.” (La Nación, Costa Rica, 01/11/2007).
(34) Jorge Boccanera: “Salomón de la Selva, Paradojas fulminantes de un poeta nicaragüense”, revista Hombres de maíz, Costa Rica, N.º 48, julio-agosto 1997, p. 25.
(35) Amighetti escribe en Repertorio Americano del año 1933 (vol. 27, N.° 6) un artículo con el título “Masereel”. Se trata de una especie de reseña de los libros Bilder der Gross-stadt, Sol y El libro de las horas, del grabador típicamente belga, señala el costarricense (que ha ejercido influencia en don “Paco” como se le conoce). Constan diversas alusiones a Brueghel y a Bosch. Refiero a todo ello en artículo para la revista Escena, Año 29, volumen 60, III-2007.
(36) En estos mismos años, como consta en siguiente artículo, en Repertorio Americano, de la Selva colaboró mucho en la misma revista, entre otros, en 1932, con una serie sobre el Horacio aludido (véase en mi siguiente texto).
(37) Edición original: Le silence de la mer, Editorial Albin Michel, en Livre de Poche, p. 25, 1951.
(38) En el Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación, Biblioteca del Banco Central de Nicaragua, N.° 12, julio-agosto, 1976.
(39) Véase el poema postrero de “Soldado desconocido”, evocado: (…) ¡ya echaréis nuevas ramas cuando vuelva abril!