Emilio Quintana
Estocolmo, Suecia
A pesar de que la importancia del imaginario cristiano durante la Gran Guerra fue muy grande, sólo en los últimos tiempos comienza a estudiarse de forma profunda.
De hecho, se ha creado un grupo de investigación en la Universidad de Cambridge que estará trabajando durante los próximos años sobre el tema, desde un punto de vista histórico, literario y teológico: The Book And The Sword: The Bible in the Experience and Legacy of the Great War.
La Europa de 1914-1918 estaba completamente inmersa en el conocimiento de la Biblia como parte del imaginario cultural, algo que venía cimentado desde la escuela. De hecho, la guerra fue vista como cruzada por ambos bandos. Por lo demás, la violación de la neutralidad de la católica Bélgica despertó un enorme debate en toda Europa, que afectó muy especialmente a países neutrales como España (tema del que he tratado en diferentes foros universitarios), figuras míticas de carácter nacional como Juana de Arco o San Jorge excitaron la representación providencialista de las naciones en liza, y el desarrollo de los acontecimientos en el frente bélico de Tierra Santa -en relación con el declive del Imperio Otomano-, tuvo consecuencias que llegan hasta hoy…
En relación con Oriente Próximo, Alemania, por ejemplo, mandó un batallón para proteger los monumentos bíblicos y apropiárselos culturalmente. En este batallón iban teólogos, como Albrecht Alt. El recuerdo de las cruzadas, que había revivido el propio Emperador de Alemania, al restaurar y visitar la tumba de Saladino antes del estallido del conflicto, revivió con la entrada del General Edmund Allenby en Jerusalén, el 11 de diciembre de 1917. Hacía siglos que la Ciudad Santa no estaba en manos de cristianos. Allenby hizo su entrada a pie, imitando a su manera la entrada del Emperador alemán unos años antes, de forma «humilde», como muestra la Biblia que hizo Jesucristo.
En general, los países vieron en la Gran Guerra una cruzada en defensa de los valores de la civilización europea. El Obispo de Londres, Arthur Winnington-Ingram, proclamó «[a] great crusade to defend the weak against the strong». Las iglesias se llenaron de sermones de este tenor, al estilo de los del Arzobispo de Canterbury, o el Dean de Westminster, que después aparecían publicados en la prensa.
La Biblia sirvió también para argumentar la «objeción de conciencia», o la extensión de teorías apocalípticas.