Emilio Quintana Pareja
Estocolmo, Suecia
Reseña | Svante Nordin: Filosofernas krig. Den europeiska filosofin under första värlskriget ("La guerra de los filósofos. La filosofía europea durante la Primera Guerra Mundial". Nora, Nya Doxa, 1998).
No tengo noticia de que este libro se haya traducido a otro idioma. Solo disponemos, por tanto, de la edición sueca.
He manejado la obra original en tapa dura de 1998, si bien mi primer contacto con Filosofernas krig fue en una librería de Lund, con motivo de la publicación de la edición de bolsillo en 2002 (cubierta a la izquierda).
Svante Nordin es profesor de Historia de las Ideas en la Universidad de Lund. Conoce muy bien la Historia de la filosofía sueca, y ha escrito un manual de filosofía occidental muy difundido en el sistema escolar sueco. En La guerra de los filósofos. La filosofía europea durante la Primera Guerra Mundial (1998) se centra en las polémicas filosóficas en torno a la guerra de 1914-1918.
El libro consta de 5 capítulos, uno por año: 1914, 1915, 1916, 1917 y 1918. La introducción traza un panorama general del impacto de la guerra en el desarrollo de la cultura europea. Es una obra muy rica en noticias y está muy bien escrita. Aborda la obra de todos los filósofos relevantes de Inglaterra, Francia, Alemania y Austria-Hungría. El índice onomástico del final nos indica una mayor atención por los siguientes nombres:
Karl Barth, Bruno Bauch, Walter Benjamin, Henri Bergson, Ernst Bloch, Bernard Bosanquet, Émile Boutroux, Martin Buber, Ernst Cassirer, Hermann Cohen, Émile Durkheim, Rudolf Eucken, Ludwig von Ficker, Richard Burdon Haldane, Martin Heidegger, L. T. Hobhouse, Edmund Husserl, Ernst Jünger, Rudolf Kjellén, Emil Lask, Georg Lukács, Thomas Mann, Friedrich Meinecke, George Edward Moore, Paul Natorp, Otto Neurath, Johann Plenge, Romain Rolland, Franz Rosenzweig, Bertrand Russell, Max Scheler. Georg Simmel, Werner Sombart, Edith Stein, Heinrich von Troeltsch, Ferdinand Tönnies, Hans Vaihinger, Max Weber, Ludwig Wittgenstein, Wilhelm Wundt…
Dedica bastantes comentarios al debate filosófico, estableciendo relaciones entre posiciones contrarias como las del inglés Bertrand Russell y la del alemán Ludwig Wittgenstein. El primero se declaró contra el conflicto desde el principio, y dedicó sus esfuerzos en explicar a sus compatriotas los motivos de su pacifismo. Sin embargo, Wittgenstein se alistó voluntario en el Ejército Austro-Húngaro, si bien no por motivos políticos.
Russell fue uno de los pocos pensadores occidentales que vieron el desastre de la guerra sin dejarse llevar por pasiones nacionalistas, a pesar de su amor por Inglaterra. Este hecho lo vivió prácticamente como un apostolado, ya que afirma que fue como si Dios mismo le hubiera dicho que se opusiera a la violencia. Por el contrario, Wittgenstein vivió la vida en las trincheras como una forma de acercarse a Dios mismo y de intentar comprender con más claridad los fundamentos de la existencia humana.
Otro ejemplo característico es el del profesor neokantiano de Jena Bruno Bauch (1877-1942), del que se ocupa en el capítulo dedicado a 1916 (pp. 129-132) a cuento de la publicación de su ensayo «Vom Begriff der Nation» («El concepto de nación») en la revista Kantstudien. Nordin pone en contradicción este texto con las ideas de Ernst Bloch, que sostenía que germanismo y sionismo eran la misma cosa. La respuesta de Bauch se basa en el concepto de «herencia» como base de la nacionalidad. La nacionalidad se hereda por la sangre. La cultura es algo menor y artificial, aunque relevante.
El libro de Nordin es una obra importante que merece ser traducida cuanto antes.